por: Oscar Arkonada

Miles de personas asisten a la manifestación por la libertad de maría. El éxito de la Marcha del Millón de Porros en la capital se suma al de las más de ciento cincuenta ciudades de todo el mundo que se movilizaron el 8 de mayo pasado para pedir la legalización de la marihuana

“Asunto de drogas. Asuntos sociales”. Esta es la leyenda de la pancarta que encabezó la Marcha del Millón de Porros en la que defensores del cáñamo llegados desde todos los puntos de España pidieron la legalización del cannabis y del autocultivo, la derogación de la normativa actual y una renovación del Plan Nacional sobre Drogas con la participación de los representantes de los consumidores. Los asistentes portaron mensajes claros y directos mezclados con buenos humos y risas. Canutos gigantes de atrezzo, cánticos, bailes, disfraces, banderas con la hoja de marihuana y música de batucada.

En Sol estuvieron familias enteras, jóvenes y no tan jóvenes, castellanos, catalanes, andaluces y gallegos. Plantadores, fumadores, estudiosos, políticos y curiosos. La Marcha del Millón de Porros fue un éxito de la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC)y de la Asociación Madrileña de Estudios Cannábicos (AMEC), pero también del resto de colectivos que se presentaron en la Puerta del Sol y que llegaron desde Valladolid, desde León, Sevilla, Barcelona… Y, por supuesto, de todos los que participaron individualmente y de manera anónima porque para ellos es el triunfo verdadero de la convocatoria.

Esta concentración lleva celebrándose desde hace una década y las exigencias que la motivan también son antiguas pero no por eso han perdido actualidad. Las políticas prohibicionistas de las sucesivas administraciones siguen provocando el efecto contrario al supuestamente deseado: El aumento del consumo y los problemas de carácter sanitario, judicial y social continúan agravándose. Así, uno no se puede extrañar ante respuestas como las de Cannabicum de Valladolid, “Autogestiona tu vida. Contra la prohibición, planta María”

Iban llegando a la Puerta del Sol tranquilamente, con su parafernalia de banderas y pancartas, “Paz y Porros” se leía en una de ellas con un guiño sutil. Según Jorge García, diputado de Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid, acudieron más de 10.000. Para el periódico La Razón no eran más de quinientos. Siempre habrá gente dispuesta a no ver.

En este caso, poco importan las cuentas. Fueron muchos, millones si se cuentan los participantes de otras ciudades que ese mismo día celebraban este acto. Desde Johannesburgo a Oslo, en Bruselas, en Moscú, Toronto y Viena, Río de Janeiro, Londres, Nueva York, París, Zagreb, Kingston, Berlín, Lisboa, Los Angeles… Una verdadera victoria sobre la sinrazón prohibicionista que aún dejó sentir su huella impidiendo la celebración de las manifestaciones en Tel Aviv o Buenos Aires.

“NI CACHEOS, NI SANCIONES. AUTOCULTIVO YA”
Desde la distancia, aquellas personas que ocupaban la calle no diferían demasiado de los que hace unos días reclamaban el fin de la guerra de Irak, o la paralización del trasvase del Ebro. Los curiosos se acercaban para informarse sobre las exigencias de los congregados y no necesitaban llegar a leer las pancartas porque su olfato les contaba todo mucho antes. La mayoría se unía y así iba creciendo el número de seguidores que desfilaba.

Por un día, los consumidores pudieron expresar libremente su idilio con el cáñamo y pasear tranquilamente por el centro de la ciudad. A las siete de la tarde gran parte de los manifestantes aún estaban en la Puerta del Sol mientras la cabecera ya avanzaba por la calle Mayor. Una tarde preciosa para disfrutar sin prisas, sin horarios ni restricciones.

El permiso de la delegación del Gobierno había establecido un recorrido que debía concluir hacia las ocho y media de la tarde, pero no se contó con una concurrencia que llegó dispuesta a disfrutar de cada paso, de cada calada, con ánimo de revancha después de tanto tiempo de criminalización. “Calcula, – decía un señor de barba blanca que sostenía una pancarta,- un millón de porros por trescientos o cuatrocientos euros de multa cada uno. Buen negocio, ¿no?”. La policía observaba desde la distancia, permisiva por un día, mientras la gente bailaba desinhibida alrededor de los percusionistas sin ganas de terminar la jornada.

La manifestación se detuvo otra vez y por allí se veía correr, de arriba para abajo a los de la organización. Se iba acumulando retraso pero los asistentes no parecían demasiado preocupados. Se escucha a la gente contarse sus historias, las incidencias en la plantación, las técnicas preferidas por cada cual y el fantástico sabor de la última cosecha. El ambiente estaba dulcemente cargado por un humo espeso que a ratos parecía que se pudiera cortar. También hubo protagonistas que no aparecieron, es el caso de José Luis Corcuera cuya ley deberíamos ver pronto caer.

Se habla de ocho millones de españoles consumidores habituales de marihuana, gente que no se esconde para fumar un porro y que son aceptados. No son criminales, cumplen laboralmente y están integrados en la sociedad, tienen familias y han demostrado con su experiencia que el consumo no es perjudicial, no más, al menos, que otras drogas legalizadas como el alcohol y el tabaco.

FIN DE LA MARCHA, FIN DE LA PROSCRIPCIÓN
Sobre el Viaducto, a pocos metros ya del destino final, la Marcha llegó cuando el sol se acostaba sobre las encinas de la Casa de Campo. Al fondo se veía sobresalir la inmensa cúpula de San Francisco, algunos de los asistentes apuraban los últimos canutos y otros descansaban sentados en los bordillos. Las pancartas y las banderas habían perdido toda la compostura porque los portadores se habían relajado.

El trabajo ya estaba hecho, la cultura del cannabis sigue proscrita en el siglo XXI, y los presentes han demostrado la irracionalidad de semejante situación. Con su presencia, con su persistencia y con su ejemplo cívico, la comunidad cannábica y la realidad social han desnudado la ineficiencia de una legislación obsoleta desde el momento mismo de su concepción. Los medios de comunicación prestaron una atención excepcional a la convocatoria. Los días previos fue apareciendo información en periódicos y televisiones que colmaban de satisfacción a los organizadores. En los locales de la AMEC los teléfonos no dejaban de sonar.

Ayer entrevistas para Telemadrid y para Telecinco, hoy noticia en el telediario de Antena 3. El País, El Mundo, El Periódico, prensa regional, digital… Para la mayoría de esos medios, las miles de personas que se reunieron el sábado 8 de mayo en Madrid pidiendo la legalización del cannabis constituyen un éxito de la militancia antiprohibicionista.

A pesar de los esfuerzos de los asistentes, no se alcanzó a fumar el millón de porros requerido. Tampoco era esa la cuestión esencial, la Marcha del Millón de Porros no era una cita para lograr la inscripción en el libro Guinness de los Records. El triunfo estuvo y estará en el ejercicio pacífico y respetuoso de la libertad. ¡Que viva maría!

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