La proximidad con la frontera ha convertido la provincia en un punto clave de la producción y el tráfico de cannabis

La expresión “bajarse al moro” hizo fortuna en España durante la década de 1980. Aludía a la ruta que numerosos españoles emprendían hacía Marruecos en busca de hachís. Incluso dio título a una obra de teatro (1985) de José Luis Alonso de Santos y a una película de Fernando Colomo (1989) que protagonizaron Antonio Banderas y Aitana Sánchez Gijón. Forma parte de un pasado superado. Actualmente en España se puede comprar marihuana a la vuelta de la esquina. No así en el resto de Europa, que mira al sur de los Pirineos como los españoles miraban a Marruecos.

Los datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) certifican que en España cada gramo de marihuana cuesta unos cinco euros. En Francia, casi el doble, 9,3 euros. En Alemania el precio asciende hasta a los 11,1 euros. En Finlandia, el extremo opuesto del continente, se paga a una media de 18 euros. Las leyes del mercado global no fallan: si cruzar fronteras hacia el norte multiplica el valor de la marihuana, significa que el negocio para los traficantes está en el sur, justo aquí. Y explica también que cada vez haya más europeos que opten por bajarse a España. O a La Jonquera, concretamente. 

Una oportunidad que huelen los delincuentes 

La demanda europea de cannabis (en todo el mundo hay casi 200 millones de consumidores) está detrás de la proliferación de plantaciones de marihuana en Catalunya -y en España- y ha transformado la delincuencia. Dinero fácil que ha seducido tanto a cultivadores modestos como a verdaderas organizaciones criminales, locales y extranjeras. La marihuana, desde hace tiempo, “acaba apareciendo” cada dos por tres en operaciones que los Mossos d’Esquadra activan por otros delitos contra grupos tan distintos como los “Ángeles del Infierno o los Latin Kings”, subrayan fuentes policiales. 

España, tradicionalmente, ha sido la zona de paso del hachís procedente de Marruecos. Entre el 2010 y el 2015 se interceptaron un total de 300 toneladas de hachís, más que en ningún otro país. Sin embargo, en los últimos años, las investigaciones policiales han observado que el consumo y, en consecuencia también el narcotráfico, ha virado hacia la marihuana. Entre el 2011 y el 2016, ya se advierte tímidamente esta tendencia en otro informe de la UNODC, ‘Global overview of drug and supply’ (2017), que ya sitúa España como el cuarto país europeo que más plantas de marihuana ha intervenido y destruido, por detrás de Holanda, Bélgica y Albania. Y los narcotraficantes no son solo distribuidores, también la cultivan. Los Mossos son conscientes desde hace tiempo de que Catalunya se ha convertido en un territorio que produce marihuana para exportar, tal como avanzó este diario“Somos un huerto para Europa”, zanja un investigador de la División de Investigación Criminal (DIC) de la policía catalana. En Girona, dada su proximidad con la frontera, el éxito del cultivo de marihuana preocupa a policías, vigilantes aduaneros y fiscales.

Te puede Interesar
Vender CBD en Francia ya es legal

La mafia del cogollo

El inspector Josep de Monteys, responsable del Área de Investigación Criminal (AIC) de los Mossos de Girona, explica que durante el 2017 se destruyó el doble de marihuana que en el 2016: 5.500 kilos y 45.000 plantas frente a 3.000 kilos y 26.000 plantas. Son datos que, sin incluir los de la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía, confirman la exponencial expansión. Tres operaciones recientes de los Mossos en esta provincia (caso Valiente, caso Selva Marihuana y caso Pirineus, saldados con 86 detenidos en total), además, han dejado al descubierto el sorprendente grado de especialización alcanzado por las organizaciones criminales -en estos casos integradas por españoles- dedicadas al cultivo industrial de marihuana.

En la primera, se arrestó a más de 30 personas, miembros en su mayoría de la familia Cortés del barrio de Sant Joan de Figueres -cuyo juicio se está celebrando actualmente-. Dos de los acusados desempeñaban las funciones de lampistería y jardinería. Se hallaron grandes plantaciones en lugares insospechados como una camuflada tras una puerta de armario y otra oculta en el fondo de un pozo de agua. Eran instalaciones -pinchadas a la red eléctrica- con todo lo que requiere un cultivo indoor. Esto es, lámparas de sodio, que sustituyen la luz solar y doblan la productividad -aquí nunca es de noche-, ventiladores, humidificadores, extractores y transformador eléctrico.

Te puede Interesar
Gobierno francés rechaza legalización de cannabis con fin recreativo

Los contactos entre productores gerundenses y compradores europeos, sobre todo franceses, están acreditados policialmente. Existen clientes que cruzan la frontera por su cuenta y se llevan cantidades pequeñas, como los españoles de Bajarse al moro. Pero también hay compradores que “llenan el maletero en un párking y regresan a Francia”, enumera De Monteys. Si las cantidades son más grandes, entonces las organizaciones “pueden asumir el riesgo” de trasladarla hasta el comprador, que “pagará un precio superior”. 

La proximidad de la frontera 

La proliferación de plantaciones de marihuana no es algo exclusivo de Girona o Catalunya. Pero esta provincia interesa especialmente a organizaciones extranjeras, procedentes del norte y el este de Europa, que la han escogido porque se encuentra “bajo el mismo Código Penal que el resto del Estado” -sensiblemente más laxo que el resto de países europeos- pero “bien situada” junto a Francia, resume el jefe de la vigilancia aduanera de Girona, Antonio Lajusticia.

“Cada semana se descubren nuevas plantaciones”, subraya el fiscal antidroga en Girona, Josep Maria Casadevall, que llama la atención sobre el tipo de marihuana con el que trafican, modificada genéticamente, que potencia los efectos psicoactivos del THC pero agravan peligrosamente los “daños cerebrales”.

Fuente

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.