En el anterior artículo vimos algunos retazos de canciones dedicadas a la heroína dentro del panorama musical internacional, quedando patente que, invariablemente, el mensaje de los textos es negativista y enfocado a la abstinencia. Ahora, en este último artículo analizaremos la música hispana con algo más de detenimiento.

por Eduardo Hidalgo

Al respecto, cabe decir que seguramente una de las primeras menciones hechas a la heroína en el ámbito del rock español le corresponda a Miguel Ríos, autor que, habiendo destacado siempre por la originalidad y creatividad desbordantes que imponía a los títulos de sus canciones («Los viejos rockeros nunca mueren», «El blues del autobús», etc.), nos deleitó en 1979 con «Un caballo llamado muerte», sobre el que no parece necesario decir mucho más para hacerse una idea del enfoque que le da al tema; aun así, incluiremos al menos la primera estrofa como muestra del virtuosismo lírico del simpático cantante granaíno:

No montes ese caballo,

pa pasar de la verdad, mira que su nombre es muerte

y que te enganchará.

Es imposible domarlo,

Desconoce la amistad, es un caballo en la sangre que te reventará.

Cambiando de tercio, las rumbas, el flamenco y el género lolailo al completo son ricos en alusiones a la heroína, siendo probablemente el tema de Los Calis el que merezca el calificativo de auténtico clásico, habiendo sido, como tal, versionado por otros grupos como, por ejemplo, La Fuga. Valgan de muestra un par de frases y el célebre estribillo que a muchos les sonará:

Me cogiste bien cogido en tus invisibles rejas,
yo quiero escapar de ti pero me arrastras, no me dejas.
Tú me ayudas a morir con tus venenos en mis venas
y si llego un día a viejo podrido por dentro y por fuera.

Estribillo:

Más chutes no, ni cucharas impregnadas de heroína
no mas jóvenes llorando noche y día, solamente oír tu nombre causa ruina.

 

(«Heroína», Los Calis).

Un claro alegato por la abstinencia, no cabe duda… Vamos, que ni la FAD. Similar, en todo caso, al que se hace reiteradamente desde otro género con el que poco más comparten los flamencos que el gusto por las melenas al viento, nos referimos al heavy metal, los duros entre los duros, que, aquí en España, cuentan con grupos históricos que ya trataron esta sustancia hace décadas con títulos como «No te enganches» (Banzai), «Pagó por ello» (Obús) o «Yonqui» (Los Ángeles del Infierno). A continuación transcribimos las letras de una formación un poco más actual: Los Suaves.

Tomó una decisión,

La cuchara está caliente.

Quiso llegar al final

Hasta agotar el billete.

Ella fue su perdición,

Fue su desgraciada suerte.

Su nombre es… Nunca Jamás,

Como el cuervo de la muerte.

 

(«Camino de una Dirección», Los Suaves).

Pero, tal vez, Los Suaves sean, como su propio nombre indica, demasiado blandos y dispersos como para resultar suficientemente representativos del enfoque que más recientemente se le da al tema. Un mensaje más claro, directo y con menos adornos y metáforas que puedan confundir al oyente lo podemos encontrar en las letras del grupo A Palo Seko, a medio camino entre el punk y el heavy:

No más picos, no más chinos.

No más picos, no más chinos.

Es el caballo cochino.

Mierda de chutes y de chinos.

Heroína de mierda,

ni por la tocha ni por la vena,

si eres alguien, si aún piensas,

manda el caballo a la mierda,

a la puta mierda.

Efectivamente, otros virtuosos de la rima. En cualquier caso, dentro de las huestes de los pasaos y destroyers por excelencia y autoproclamación, de los nihilistas y los profetas del no future (hablamos del punk), encontramos planteamientos similares en grupos bastante más renombrados y con mayores dotes e ingenio para juntar palabras. Véase el caso de La Polla Records y su canción «El escorpión»:

Aquí empieza el juego

Que todos conocéis:

Chuta, caballo y rey.

Entra la aguja,

te sientes bien,

brillo en los ojos,

callo en la piel.

Se acaba pronto

Y tú a la vez.

El juego continúa,

Más suerte más te dura.

Enfrente la muerte,

Sonríe.

Manu Chao

Sin salir del punk, otros grupos han tratado el tema de forma parecida, como Reincidentes («La viuda»), 37 Ostias («La yonki»), Kortatu («Nivel 30») y un largo etcétera. Algunos, no obstante, más allá de cantar las calamidades asociadas al consumo de caballo, pasan directamente a ridiculizar a los consumidores. Éste es el caso de Mamá Ladilla, que cuenta con títulos como «Yonquis go home» y «Soy patético»:

¡Ay qué mal estoy, qué mal estoy!

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¡Ay qué mono tengo, qué dolor!

¡Ay, qué tormento, dios!

Soy patético, he decidido ser patético.

Soy patético, por fin soy patético.

Por su parte, un ejemplo del paso de la ridiculización al rechazo frontal, esta vez de los traficantes, podemos encontrarlo en el ska, un estilo hermanado al punk:

Oye, tío, qué haces en el barrio
aquí no se pasa nada de caballo
coge tus papelas, coge tu dinero
y tíralo todo por ese agujero.


(«No a la mafia de la heroína», Skaparapid).

En cuanto al rap, nos bastará con transcribir parte de la canción «Vidas perras, vidas de mierda», del grupo Perros Callejeros, para que el lector pueda hacerse una idea de la imagen que en el hip-hop se tiene de los consumidores de heroína. La acompañaremos del tema «Jamarosis», de Fuck Tha Posse, para ilustrar la concepción que tienen los raperos sobre la sustancia en sí misma.

Puedes verlo fumándose el marrón del cigarro sentado en el metro,
se ha potado en los pantacas el muy cerdo,
jodido yonki de mierda, vida de perro,
Roberto acaba muerto,
en un local abandonado del centro.

 

(«Vidas perras, vidas de mierda», Perros Callejeros).

 


Maldito jamaro, cuántas vidas te has llevado a cuántos has matado, quien contigo se ha mezclado mal ha terminado, pues bien, sé bien que por tu causa muchos fueron enterrados quienes caminaron a tu lado agarrados de tu mano, quienes con tus labios has besado, amargo sueño adulterado, mucha sangre has derramado, perdido entre llanuras de amargura muchos quieren escapar pero tu verdad es dura, es una sepultura, fuertes son tus ataduras, es una locura, larga es tu tortura, inmediata tu captura. Tan sólo sé que vivir contigo no es vivir, es sobrevivir…

y bla, bla, bla, bla…

Estribillo:
Madres visten de luto, lloran minuto a minuto, perdóname mama si repercuto, por haber comido de ese fruto del árbol del pecado en bruto, en absoluto, en absoluto.

 

(«Jamarosis», Fuck Tha Posse).

Por no seguir indefinidamente, decir, tan sólo, que otros géneros y estilos siguen indefectiblemente la misma línea. Como muestra, valgan los sonidos pop de Mecano en «El lago artificial», los arrumbados de Melendi en «Tanto héroe» o los mestizos y bulliciosos de Mano Negra en «El jako»:

 

Maldito el día en que di paso a la frontera
y cabalgabas rumbo fijo al corazón.
Te hacías dueña del latir y del pensar
y me enganchabas al bombeo de tu amor.

 

(«El lago artificial», Mecano).

Le gustaba pensar
Que construiría mil castillos en el aire
Por si el infierno ya no fuera edificable
Cuando un mal pico lo juntara con Satán.

Y al amanecer
Su primavera fue violada en una esquina
Con tanto héroe de corbata y gabardina
El gato al agua se llevó
como siempre la heroína.

 

(«Con tanto héroe», Melendi).

Mátale al anciano
Róbale al hermano
¡Vamos! Que yo te doy la mano

Porque soy el pájaro jako
¡Cuando quiero mato Jaibo y te mataré!

(«El jako», Mano Negra).

¡¡¡BONUS!!! Incluso Fangoria y su «Cabezas disecadas», que podría hablar de la coca, del Sálvame de Luxe, de la adicción a las compras o de vayan ustedes a saber qué, pero no, no, no se engañen, habla de la heroína:

Estelas plateadas

que va dejando el dragón,

fortunas malgastadas

en perseguirlo hasta el infierno

Resulta evidente, por lo tanto, que, por mucho que cambien los acordes y los tempos, el contenido de las letras no parece variar un ápice cuando se le canta a la heroína. El enfoque basado en el rechazo y la negativización absoluta y el mensaje destinado a desalentar al oyente de cualquier intención de consumir esta sustancia podría contar, si acaso, con una variante, que no sería otra más que la de la transgresión, la provocación o la pura coña marinera, realizadas con más o menos gracia, talento y sentido del gusto. Lean a continuación los temas de Anti Régimen, Gigatrón, Ana Elena Pena y Extremoduro, todos ellos versiones de conocidas canciones de la música popular:

«Eva María», de Fórmula V, en versión de Anti Régimen:

Eva María se fue

a pillar jamaro a la playa.

Eva maría se fue

con un mono que te cagas…

«No dudaría», de Antonio Flores, en versión de Gigatrón:

Me chutaría

Si pudieras dejarme dos talegos o tres
pero hazte a la idea que no los vas a ver
me chutaría, me chutaría en la vena otra vez.

Si pudiera esconderme jako en el calcetín
Ay si pudiera pillarme dos talegos a mil
me chutaría, me chutaría en la vena otra vez

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Estribillo:

Prometo ver estrellitas
quiero encontrarme con mi mama
pero nunca, nunca más dejar la mandanga

prometo dejar los yuyus
la metadona y la ambulancia
pero nunca, nunca más dejar la mandanga

ay la chuta, la chuta, ay la chuta, la chuta…

«Antes muerta que sencilla», de María Isabel, en versión de Ana Elena Pena:

Antes yonqui que sencilla.

Medio limón

y cucharilla

una papela, un mechero y jeringuilla

cartón de vino

pa dar el cante,

con Don Simón que pone borracha al instante,

ponte las bragas que vamos a hacer la calle,

y a quién le importa lo que digan por ahí,

Yo me pongo de caballo, ay de caballo, ay de caballo,

ni farlopa ni pastillas,

yo de caballo,

yo de caballo.

  Melendi

«Me estoy quitando», bulerías de El Torta, retomadas por Tabletom y Extremoduro.

 

          ¡Hola Manué! ¿qué pasa? Mira, que estoy buscando… 
– ¿A ver, cuánto quieres? 
– Que no Manué, que no es eso, 
que estoy buscando un guitarrista. 
– ¿¡Para qué!? 
– Para cantar con él… 


Me estoy quitando. 
Me estoy quitando. 
Solamente me pongo en vez en cuando.
….

Me estoy quitando. 
(mentira que te visto yo pal polígano…) 
Me estoy quitando. 
(que no, que no era pa mí, que era pa otro que también…) 
Se está quitando. 

Por último, no podemos dejar de hacer mención a Manolo Kabezabolo, aquel entrañable punkarra esquizofrénico que supo versionar como nadie clásicos españoles y extranjeros como «La chica ye-yé» («¡Ay, José María Aznar, ye-yé, que yo no te fui a votar, ye-ye-ye-yé!) o el «Breaking the Law» de Judas Priest («¡Véndemelo, véndemelo!»), en el que el músico se las vive y se las desvive para comprar un gramo de speed. La lucidez, la ingenuidad y el sentido del humor con que Kabezabolo trata el tema de la heroína pueden darnos una idea del grado en que su locura afectaba realmente a su capacidad crítica y de raciocinio, haciendo que resulte irónico que sólo saliese del psiquiátrico para dar conciertos, mientras que otros músicos tenidos por lumbreras revolucionarias, como Evaristo de La Polla o Manu Chao, andaban tranquilos por la calle canturreando las mismas letras de siempre sobre escorpiones y pájaros de la muerte. Podría decirse que sus planteamientos, a pesar de ser algo rudimentarios, ni suponen una incitación al consumo ni caen en la condena de la sustancia o en la estigmatización de los usuarios, a la vez que saben compaginar cierto posicionamiento crítico con un sentido del humor ajeno y diferente de la transgresión pura y dura o de la provocación gratuita. Por lo tanto, qué mejor que poner fin a esta sección con unas estrofas de este loco punki zaragozano:

En una hoja del caso podrás leer la noticia
otro nuevo joven muerto, sobredosis de heroína.
Solo una vez, todo es empezar
Y aunke siempre ha habido gente
ke lo ha sabido llevar
tienes ke tener kuidado si es ke kieres kabalgar
kuidado lo ke te metes, kuidado a kién se lo pillas
no seas tú el siguiente ke salgas en las noticias
sólo una vez, todo es controlar

 

(«Sólo una vez», Manolo Kabezabolo)

Haze algunos años ke nos dejó
haze algunos años ke Sid murió
la puta heroína se nos lo llevó
Todo habría sido bastante distinto
si hubiera mezklado kokakola kon tinto
y hubiera konozido el kalimotxo.
Si Sid Vicious hubiera konozido el kalimotxo
no habría muerto de sobredosis
Si Sid Vicious hubiera konozido el kalimotxo
habría muerto de zirrosis

(«Sid Vicious song», Manolo Kabezabolo)

 

Acerca del autor

Eduardo Hidalgo
Yonki politoxicómano. Renunció forzosamente a la ominitoxicomanía a la tierna edad de 18 años, tras sufrir una psicosis cannábica. Psicólogo, Master en Drogodependencias, Coordinador durante 10 años de Energy Control en Madrid. Es autor de varios libros y de otras tantas desgracias que mejor ni contar.