por: Juan Crespo Alia

El hachís es una droga muy consumida en España y con una gran aceptación. Sobre todo es consumida por la población juvenil, pero cada día se ensancha más el marco puesto que desciende la edad de iniciación a su consumo y aumenta la edad de deshabituación, por ello hemos creído oportuno dedicar unas páginas a conocerla un poco más en profundidad

Origen

El uso del hachís en el Medio Oriente se propagó a Europa en el siglo XVIII.

Etimología y denominaciones:

La palabra hashís o hachís, que es la palabra ya castellanizada, proviene de los hassassins, miembros de una secta famosa por sus asesinatos y vinculada al uso de este psicofármaco. La palabra hassasin proviene a su vez del francés assassin (asesino).

El hachís surge de la destilación de la resina obtenida de las flores y presenta una concentración de tetrahidrocannabinol muy superior a la marihuana (un 40 % frente al 10 % en las hojas). Esta se utiliza como droga fumándola en forma de cigarrillos o en pipa, mientras que el hachís normalmente tiene que quemarse un poco para poder deshacerlo de su forma habitual que son pastillas “marronáceas”.

Luego se mezcla con tabaco para fumarlo. También se puede fumar con pipa. El aceite puede presentarse como un alquitrán resinoso de color marrón oscuro o como un líquido muy fluido de color ambarino. Éste último, que es el de mejor calidad, se obtiene tratando el hachís en retortas con alcohol, mientras que el primero se extrae prensando directamente los tallos, las hojas y las flores de la planta de cáñamo.

Los derivados del cannabis son los más utilizados en todo el mundo. Existen muchas variedades. Entre ellas tendríamos:

– Chastri: Variedad utilizada en Egipto y que resulta de la combinación del hachís con arroz fermentado, azúcar y hierbas.

– Madjoum: Variedad de Extremo Oriente formada al mezclar el hachís con el opio, el estramonio y la nuez vómica.

EFECTOS DEL HACHÍS

La marihuana y el hachís están considerados como drogas blandas. A diferencia de los derivados del opio (morfina, heroína ,etc.) y de otras drogas ( LSD, cocaína, etc.) no producen síndrome de abstinencia, ni necesidad física de consumirlos, aunque si que “enganchan” psicológicamente.

A diferencia de la mayoría del resto de las drogas, que llevan al consumidor a aislarse socialmente, tienen un efecto socializador haciendo que el consumidor se abra al contacto con el mundo exterior. Cualquier persona, por muy acostumbrada que esté a su consumo, puede abandonar el hábito, aunque durante una semana presentará síntomas de insomnio, perdida de apetito e irritabilidad.

Entre los efectos positivos producidos por su consumo se encuentran el aumento de la imaginación, euforia, estimulación de las sensaciones y del placer, sensación de bienestar y alucinaciones. Consumida en exceso, conlleva también una serie de efectos negativos: Perdida de la memoria, ansiedad , perdida del control, sequedad de la boca, taquicardia e hipertensión.

Otras consecuencias negativas aparte de las mencionadas para el organismo humano como serían la debilidad de uñas y pelo, perdida por caries generalizada de los dientes, abandono físico e intelectual.

Se ha intentado demostrar sin éxito que el uso de estas drogas supone un puente hacia la utilización de otras drogas duras. Se ha demostrado que el cuerpo humano necesita meses para eliminar totalmente los residuos de una dosis de THC que es soluble en grasa, por lo que tiende a acumularse en los tejidos adiposos del organismo. Tiene una vida media de aproximadamente siete días, lo cual significa que una semana después de consumida, el organismo ha eliminado solamente el 50% de la sustancia.

FARMACOLOGÍA

El hachís se fuma o se ingiere mezclado con miel, mantequilla, etc. Sobre su mecanismo de acción al llegar al cerebro se sabe que es similar al de la marihuana, tarda al menos 30 minutos en aparecer cuando ha sido fumado (aunque muchos estéis pensando que tarda mucho menos, no es lo mismo “notarlo”, a que se produzca plenamente la acción) y hasta una hora y media cuando ha sido ingerido, en cuyo caso puede prolongarse hasta por cinco o seis horas. El aceite puede ingerirse oralmente cuando es muy puro, de otra manera es preferible mezclarlo con tabaco y fumarlo. Por vía intestinal puede tardar hasta dos horas en hacer efecto y su duración puede llegar hasta las ocho o diez.

Efectos inmediatos: Inicialmente, dosis bajas pueden producir sensaciones placenteras de calma y bienestar, aumento del apetito, euforia, desinhibición, pérdida de concentración, disminución de los reflejos, ganas de hablar y reír, enrojecimiento de los ojos, aceleración del ritmo cardiaco, sequedad en la boca y garganta, dificultad para ejecutar procesos mentales complejos, alteraciones de la percepción temporal y sensorial, y puede disminuir la memoria a corto plazo. A ello le sigue una segunda fase de depresión y somnolencia.

En dosis elevadas, puede provocar confusión, letargo, excitación, ansiedad, percepción alterada de la realidad y, de manera más inusual, estados de pánico y alucinaciones.

A largo plazo: Destaca el discutido “síndrome amotivacional” (disminución de la iniciativa personal), unido a una frecuente baja de la capacidad de concentración y memorización. La estructura química del cannabis es muy compleja y no se conocen aún las secuelas producidas por todos sus componentes. Sí se puede afirmar que el humo de esta planta contiene más agentes cancerígenos que el tabaco, y como los fumadores de marihuana o hachís inhalan profundamente el humo sin filtrar y lo retienen en los pulmones tanto tiempo como pueden, el cannabis es todavía más nocivo para el sistema respiratorio que el tabaco.

Su uso también se ha asociado a la aparición de enfermedades como sinusitis y bronquitis. Puede, asimismo, causar alteraciones en los sistemas reproductores masculino y femenino (infertilidad, por ejemplo) e inmunológico, y como el THC atraviesa la barrera placentaria y mamaria, su consumo supone un riesgo para el feto tanto durante el embarazo como en la lactancia. Existen pocas posibilidades de sobredosis mortal por cannabis.

Ritmo cardiaco y presión sanguínea: Produce aumento temporal de la frecuencia cardiaca según la dosis usada. El consumo de cannabis puede ser peligroso para aquellos que padecen hipertensión, enfermedades cerebrovasculares y arteriosclerosis coronaria. Congestión de la conjuntiva. Con la ingestión e inhalación de cannabis se produce un enrojecimiento de los ojos debido a la dilatación de los vasos sanguíneos del globo ocular.

Desempeño psicomotor: Puede producir temblores e inestabilidad si el fumador se encuentra de pie. Dificulta el desempeño de tareas complejas. El consumidor de hachís tiene incapacidad de prestar atención constante y de asimilar complejos procesos de información. Se dificulta el manejo de automóviles, pilotaje de aviones y la operación de otras máquinas. Estas deficiencias pueden durar hasta 10 horas después de iniciados los efectos del cannabis.

Efectos respiratorios: El cannabis, ya sea como marihuana o hachís, contiene tanto alquitrán como el tabaco. Los fumadores de cannabis desarrollan una menor capacidad de difusión pulmonar y un flujo espiratorio forzado (expulsan el aire de los pulmones con dificultad). Además, el humo no es filtrado. Su uso crónico está relacionado con la aparición de bronquitis, asma y sinusitis. Asimismo, hay evidencia de que el humo del cannabis y sus residuos contienen sustancias carcinógenas relacionadas con cambios celulares malignos en el tejido pulmonar.

Efectos psicológicos: Esta droga actúa sobre la corteza cerebral, principalmente en las áreas que controlan la movilidad de los miembros, órganos sensoriales y el comportamiento. Entre los tipos específicos de desempeño psicológico que se afectan por su consumo, se incluyen la sustitución de dígito-símbolos (cambio de significados del entorno), unión de dígitos, sustracción serial (incapacidad de seguir una secuencia lógica), comprensión de lectura y aumento de la percepción del tiempo. Mientras más compleja, menos familiar y más difícil sea la tarea, peor será el desempeño. También se altera la percepción de la visión, el sonido y el tacto; afecta el estado de ánimo y la interacción social.

Detección en la orina: Veinte días en uso ocasional y hasta 80 días en uso continuado o crónico.

Efectos psicológicos y fisiológicos: A nivel físico, el consumo tanto de hachís como de aceite ocasiona alteraciones muy similares a las de la marihuana, acelera el ritmo cardíaco, dilata los vasos sanguíneos y disminuye la coordinación psicomotriz en función de la cantidad utilizada. En algunos casos se han detectado anormalidades menstruales en las mujeres y disminución en las concentraciones de testosterona y cuentas espermatozoides reducidas en los hombres.

Los riesgos comparativos a nivel pulmonar entre fumar tabaco y fumar hachís son los mismos que entre fumar tabaco y fumar marihuana. En el caso del hachís, también se puede hacer uso de vaporizadores o pipas de agua para suprimirlos. No existe ningún reporte sobre posibles daños genéticos producidos por el consumo de hachís, ni existen estudios sobre daños físicos en consumidores habituales de ambas sustancias.

Potencial de dependencia: Se adquiere cierta tolerancia a los tres o cuatro días de uso continuo y desaparece a los dos o tres días de privación. Al igual que la marihuana, ni el hachís ni el aceite provocan dependencia física, pero sí pueden llegar a generar una gran dependencia psicológica. Su retiro no produce ningún síndrome abstinencial orgánico, aunque pueden presentarse cuadros de ansiedad, tensión e irritabilidad pasajeros.

USOS TERAPÉUTICOS
El hachís presenta algunas utilidades similares a la marihuana. Sobre el aceite no hay reportes. Sustancias extraídas del hachís podrían utilizarse en tratamientos médicos como calmantes. Según investigadores israelíes, tendría aplicaciones médicas para enfermos de fibrosis pulmonar e incluso estimular el apetito de los bebés.


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