En la actualidad existen numerosos estudios que abogan por la normalización de la marihuana partiendo de sus positivos efectos físicos o paliativos. Este es el eje fundamental del que parte la legalización y del que nunca debemos desprendernos. Sin embargo, habitualmente luchamos contra otro tipo de estudios, especialmente de carácter psicológico o psiquiátrico que declaran a la marihuana como droga de primer orden, igualándola a los perjudiciales efectos de otras drogas sintéticas.

En lo que se refiere a estos juicios nos hallamos en terreno pantanoso. Si dedicamos unos minutos a leer el apartado sobre el cannabis en el libro Drogodependencias: Farmacología, Patología, Psicología y Legislación de P. Lorenzo, J.M. Ladero, J.C. Leza e I. Lizasoain, descubriremos juicios sobre el cannabis tales como “(…) se han descrito reacciones como crisis de ansiedad, ataques de pánico o accesos depresivos. Estos casos son urgencias psiquiátricas y deben tratarse como tales.” o “(…) los fumadores crónicos de estas sustancias pueden desarrollar cuadros de reacciones de pánico, impresiones retrospectivas, reacciones psicóticas, ansiedad, depresión o trastornos de la memoria.”

Existe un problema radical en estas afirmaciones: la marihuana continúa sin estar legalizada y estos estudios se hayan inevitablemente cribados pues sin normalización la objetividad se ve abocada al compendio de casos puntuales. ¿Cuántos habrán atribuido este tipo de reacciones a la sustancia al saber que el paciente era consumidor sin profundizar en otros aspectos mucho más importantes de su vida, como el potencial genético o sus circunstancias vitales o anímicas?

Para muchos, la demonización de la planta parte de estos juicios, y por desgracia, la inmensa mayoría de ellos están insuficientemente fundamentados.

En muchas circunstancias, los propios fumadores, infravaloramos el potencial de la marihuana. El estado anímico (el estrés, la ansiedad, el nerviosismo…) o nuestras circunstancias vitales, pueden llevarnos a experimentar muy diversas sensaciones.

En el programa de dudosa validez periodística de Samanta Villar, el filósofo y escritor Antonio Escohotado, que ha sido y es un referente en el estudio y la argumentación del consumo cannábico, hace una afirmación que nos acerca al objetivo de este discurso: “La María permite dar una visión desacostumbrada a lo que uno está haciendo… En general, suele darle a cada día ese toque de lucidez depresiva” por otra parte dice “La Marihuana cambia el estado de ánimo, y yo creo que lo cambia en el sentido de orientarlo hacia una mayor autoconciencia”. Según transcurre la entrevista (y la deleznable labor periodística de Samanta) alcanzamos un punto crucial ante la pregunta sobre los efectos perjudiciales de esta planta, Escohotado afirma “Lo que puede hacer es, demoliendo, digamos, los disfraces, llegar a poner a la persona en un trance de histeria, de neurosis obsesiva, de insatisfacción.”

Existen multitud de personas a los que la marihuana no les proporciona una sensación de satisfacción, bien sea por sus formas sociales, por sus entresijos emocionales, por sus miedos o por los arquetipos del comportamiento que llevan impresos en sus costumbres y formas de relacionarse. Sin embargo, esto no es un problema que radique en la planta, sino en la persona que la consume.

Como bien dice Escohotado, uno de los efectos de la Marihuana es lo que llamamos “la visión en perspectiva”, efecto que para algunos es de lo más placentero y productivo y que, para otros, se puede convertir en una desagradable experiencia. La Marihuana nos permite elevarnos sobre nuestra praxis diaria, sobrevolar nuestros comportamientos y formas de actuar, alcanzando una objetividad capaz de mesurarnos a nosotros mismos. Y esto es, en términos más mundanos, analizar de forma objetiva ciertos hechos que nos ocurren, distanciándonos ligeramente de la subjetividad en la que constantemente nos hayamos inmersos.

Queda un importante camino que recorrer en lo relacionado con los usos psicoterapéuticos, el conocimiento personal y los diferentes planteamientos existenciales que proporciona, facilita o potencia, respectivamente, la Marihuana. El cannabis no sólo es una sustancia paliativa y una planta con un excelente potencial industrial (que tanta falta hace en la actualidad), sino que se trata de un producto natural de ilimitados usos personales: desde los recreativos, más superfluos pero igual de necesarios, hasta los más argumentados, pudiendo ayudarnos a sobrellevar momentos realmente difíciles o, incluso, a percatarnos de algunos errores cotidianos que suelen pasar desapercibidos para nuestros sobrios e inmunizados sentidos.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.