Terminamos el artículo “LSD – Completamente personal”*, que comenzamos hace tres meses. Hofmann nos cuenta su relación con Aldous Huxley y Ernst Jünger, en especial lo relativo a las experiencias con sustancias psicoactivas. Antes ofrecemos una breve semblanza biográfica de estos dos ilustres escritores.

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LSD, la medicina del doctor Albert Hofmann

Pioneros de la coca y la cocaína

Aldous Huxley nació el veintiséis de julio de 1894 en Godalming, Inglaterra, en una familia de gran tradición intelectual en diversos ámbitos de la cultura. Su abuelo era el famoso biólogo Thomas Huxley, acérrimo defensor de Darwin y de la teoría de la evolución. Su padre era Leonard Huxley, también biólogo, aunque menos conocido que Thomas. Su madre, Julia Arnold, era sobrina del poeta Matthew Arnold y hermana de la novelista Humphry Ward. Sus primeros años de vida no fueron muy felices porque quedó huérfano de madre con catorce años; casi al mismo tiempo murió su hermana; tres años después se quedó casi ciego debido a una queratopatía punteada; y tres años después se suicidó su hermano mayor.

Estudió biología, siguiendo la tradición familiar, pero pronto se dedicó al periodismo y a escribir. En 1932 publicó una famosa obra de marcado carácter pesimista sobre el futuro, Un mundo feliz. Otros libros de la misma época son Contrapunto y Ciego en Gaza. Tras la Segunda Guerra Mundial comenzó a interesarse por el misticismo y las sustancias psicoactivas. Gracias a su amistad con Humphry Osmond, psiquiatra y pionero de los ensayos con psiquedélicos, probó la mescalina. Su contacto con esta droga le indujo a publicar Las puertas de la percepción y Cielo e infierno, dos opúsculos que constituyen fantásticos trip reports. Después de sus experiencias con la mescalina se interesó por la LSD y entabló contacto con Albert Hofmann a comienzos de la década de los sesenta. Fruto de sus viajes psiconáuticos escribió numerosos artículos sobre drogas que fueron recopilados póstumamente en el libro Moksha, publicado en 1977.

En 1960 se le diagnosticó un cáncer de garganta incurable. Sus últimos días de vida forman parte de la historia. En su lecho de muerte, ya sin poder hablar, pidió por escrito a su esposa que le administrara cien microgramos de LSD por vía intramuscular. Murió en paz la mañana siguiente, veintidós de noviembre de 1963, el mismo día en que fue asesinado John Kennedy, presidente de Estados Unidos. Aldous afirmaba que un momento tan importante como la muerte no debía acompañarse del estupor propio de los sedantes, sino de la lucidez de los psiquedélicos.

Ernst Jünger nació en Heidelberg, Alemania, en 1895. Durante sus años escolares fue miembro del movimiento juvenil Wandervogel (“pájaros errantes”). En 1913 abandonó su hogar e ingresó en la Legión Extranjera Francesa. Obtuvo una condecoración al mérito militar en la Primera Guerra Mundial, por su labor en la Armada Imperial Alemana. En 1923 abandonó el ejército, estudió filosofía y biología, y comenzó a trabajar como periodista y escritor. Publicó artículos en revistas de marcado carácter nacionalista y formó parte de la llamada “revolución conservadora”, que pretendía, frente a la democracia liberal de la República de Weimar, la vuelta a las raíces tradicionales prusianas. También criticó al nazismo desde que Hitler llegó al poder. Tuvo una buena relación de amistad con el filósofo Martin Heidegger, de ideas sociales y políticas similares, si bien éste llegó a apoyar al nazismo en sus primeros años.

Durante la Segunda Guerra Mundial fue oficial del ejército y pasó algún tiempo en el París ocupado por los alemanes. Tras la guerra se le prohibió publicar debido a su pasado político. Fue rehabilitado en la década de los cincuenta y comenzó a considerársele una de las grandes figuras de la literatura alemana del siglo XX. Antes de conocer a Hofmann había tenido experiencias con la cocaína, el éter, el cannabis y la mescalina, y tras entablar relaciones con él utilizó también la LSD. Estas drogas dejaron profunda huella en sus libros, hasta el punto de que varios de ellos tratan sobre sus experiencias drogófilas.

En 1952, después de su primera experiencia con la LSD, escribe Besuch auf Godenholm [Visita a Godenholm]. En Annäherungen – Drogen und Rausch [Acercamientos – Drogas y ebriedad], de 1970, acuña el término “psiconautas” y describe sus experiencias con varios tipos de sustancias. Falleció el año 1998 en Wilfingen, un mes antes de cumplir los 103 años de edad, lo que quiere decir que alcanzó la edad de 102 años, igual que Hofmann.

Los viajes psilocíbicos de Hofmann y Jünger

Decía Jünger en una carta dirigida a mí: “Las nuevas sustancias deberían probarse sólo en pequeños grupos. No puedo estar de acuerdo con la idea de Huxley, que se debe dar a las masas la posibilidad de la trascendencia, ya que esto no conlleva ilusiones reconfortantes, sino más bien realidades”. Jünger defiende aquí la opinión de que no se puede extender un nuevo modo de conciencia mediante el consumo masivo de psicodélicos; esto más bien debe ser exclusivo de una élite. Desde entonces hemos complementado esas discusiones teóricas sobre drogas mágicas con experimentos prácticos. Uno de ellos, que sirvió para comparar la LSD con la psilocibina, tuvo lugar en la primavera del año 1962. La sesión se efectuó en la casa de Jünger. Además de él, tomaron parte en esta reunión psilocíbica Konzett y el islamista Rudolf Gelpke. Éste ya había realizado experimentos con LSD y psilocibina, obtenidas directamente de Sandoz, y los había descrito con el título de “Acerca de los viajes al universo del alma”.

En las crónicas antiguas se mencionaba que los aztecas bebían cacao antes de ingerir teonanacatl. Siguiendo este ritual, la señora Liselotte Jünger nos sirvió chocolate caliente y después abandonó a los cuatro psiconautas a su destino. Nos encontrábamos en un salón muy amplio con un suelo de madera de color oscuro, una chimenea blanca y muebles antiguos. En las paredes estaban colgados antiguos grabados franceses, y en la mesa había un magnífico ramo de tulipanes. Jünger llevaba puesto un largo y amplio caftán con rayas de color azul oscuro que había traído de Egipto; Konzett estaba resplandeciente con un kimono chino multicolor; Gelpke y yo llevábamos batas. Lo cotidiano debía también dejarse a un lado incluso en el sentido más externo. Poco antes de la puesta de sol tomamos la droga, pero no las setas, sino su principio activo: veinte miligramos de psilocibina para cada uno, que correspondían a unos dos tercios de la muy potente dosis que la famosa curandera María Sabina estaba acostumbrada a tomar en forma de hongos psilocíbicos.

Cuando pasó una hora yo sólo notaba aún un ligero efecto, mientras que mis compañeros ya estaban inmersos en lo más profundo del viaje. Tenía la esperanza de que durante la embriaguez me fuera posible revivir imágenes de mi infancia, las cuales permanecían en mi memoria como acontecimientos extraordinarios: el prado de flores ligeramente mecido por la brisa veraniega; las rosas brillando a la luz de los rayos de una tormenta; o los azules lirios. Sin embargo, no logré las visiones que deseaba. Cuando por fin comenzó a actuar el principio activo de las setas, en lugar de esas luminosas imágenes de mi país natal emergió un extraño escenario. Estando semi-inconsciente profundicé aún más, pasé por ciudades abandonadas con un aspecto mexicano de exótico, aunque mortífero, esplendor. Aterrorizado, traté de mantenerme en la superficie, de concentrarme conscientemente en el mundo exterior. Lo conseguí durante un momento. Entonces contemplé a Jünger como si fuera un coloso, caminando por la habitación; un enorme y poderoso mago. Konzett, con su batín de seda brillante, me parecía un peligroso payaso chino. Incluso Gelpke me parecía extraño, largo, delgado, misterioso. Cuanto más fuerte era la embriaguez, más extraño me parecía todo. Las ciudades que recorrí cuando cerré los ojos mostraban una luz mórbida, rara, fría, sin sentido, carente de humanidad. Cuando abría los ojos e intentaba situarme en el mundo exterior, incluso lo que me rodeaba me parecía sin sentido, espectral. El vacío total amenazaba con hundirme en la nada más absoluta. Recuerdo haber sujetado a Gelpke por el brazo cuando pasó cerca de mi sillón para evitar hundirme en la nada más tenebrosa. El miedo a la muerte me vencía, así como un interminable deseo de volver a la creación viva, a la realidad del mundo de los hombres. Al final conseguí volver a la habitación. Vi y oí la charla ininterrumpida del gran mago que, con voz alta, hablaba sobre Schopenhauer, Kant, Hegel y la vieja Tierra, la gran madre. Gelpke y Konzett ya estaban de vuelta en este mundo, sobre la cual volví a poner los pies, pero sintiéndome extremadamente agotado.

Había pasado ya la medianoche cuando nos sentamos juntos en la mesa que la señora de la casa había preparado en el piso de arriba. Celebramos nuestro regreso a la realidad cotidiana con una estupenda comida y música de Mozart. La conversación sobre nuestras experiencias se alargó hasta la mañana del día siguiente.

El ensayo fue incluido en mi libro LSD – Mi hijo problemático. Ernst Jünger describió esta reunión, desde su propia perspectiva, en su libro de 1970, Annäherungen – Drogen und Rausch [Acercamientos – Drogas y ebriedad]. La sustancia de los hongos nos había conducido, no a las luminosas alturas, sino a las regiones más profundas. Ambas forman parte de nuestra existencia. Sólo cuando estamos en contacto con los dos extremos, cielo e infierno, es nuestra vida plena y rica; y es tanto más plena y rica cuanto más profundamente experimentemos los dos ámbitos. La experiencia psicoanalítica puede llevarnos a las mayores profundidades, a los límites de lo que la humanidad es capaz de experimentar. Jünger dio a su libro sobre drogas y embriaguez el título de “acercamientos”; mediante ellos podemos aproximarnos incluso a esas fronteras; también se ha descrito a sí mismo como un “paseante de límites”. Él se ha acercado repetidamente a ambos límites: proximidad a la muerte en la batalla, en el infierno de la guerra moderna; y también al éxtasis del más exaltado placer y amor cuando describe las maravillas y bellezas de la creación en sus obras.

En conclusión, una pequeña historia relacionada con Ernst Jünger y la LSD. Él me comentó que, en cierta ocasión, un desconocido le llamó por la noche y le dijo que por fin sabía lo que significa la LSD. La LSD significa “Liebe Sucht Dich”: “el amor te busca”, en alemán.

* “LSD: Completely personal”. Conferencia ofrecida en 1996, en Heidelberg, Alemania, Worlds of Consciousness Conference. Traducida del alemán al inglés por Jonathan Ott. Publicada en el boletín de MAPS (http://www.maps.org): volumen 6, número 3, verano de 1996.

 

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