Con cierta frecuencia se oye hablar acerca de la aparición de nuevas drogas en el mercado. Si  hacemos caso a la prensa general, los programas de televisión y muchos presuntos expertos en el tema, cada fin de semana se consumen decenas o cientos de sustancias distintas en los clubs y discotecas, con efectos desconocidos y toxicidad impredecible.

Las pistas de baile son el laboratorio donde los narcotraficantes ensayan sus nuevos productos antes de lanzarlos al mercado y los consumidores son el equivalente a cobayas o ratas de laboratorio. La metáfora de la ruleta rusa (un día las pastillas llevan éxtasis, y a la semana siguiente matarratas o estricnina) es una de las ideas habituales de muchos ilustres (entiéndase en sentido irónico) científicos, psiquiatras y autoridades antidroga en sus intervenciones de televisión.

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 Los datos objetivos (procedentes de incautaciones policiales, de las Memorias Anuales del Instituto Nacional de Toxicologìa o de ONGs que trabajan en espacios de ocio como Energy Control) desmienten de forma rotunda esta idea. La gran mayoría de las pastillas (hasta un 90%) y el cristal contienen MDMA como principal componente, si bien con dosis y purezas muy variables. Por supuesto es posible que se produzcan adulteraciones en un momento dado: en los últimos años la más importante ha sido la detección, a partir de abril del 2006, de distintas pastillas (tiburones blancos, lacoste, mitsubishi…) que contenían  metil-cloro-fenilpiperazina (m-CPP) en lugar de MDMA. También existe la posibilidad de que alguien con pocos escrúpulos decida sacarse un dinerillo pasando la medicación de la abuelita. Pero, como sucedió en el reciente caso en el que un joven intentó atracar una tienda armado de dos patas de pollo, conviene distinguir la excepción de la norma. Los atracadores utilizan normalmente cuchillos o pistolas y, en la inmensa mayoría de los casos las sustancias disponibles en el mercado del uso recreativo de drogas pueden contarse con los dedos de la mano derecha ( alcohol, tabaco, cafeína, cannabis, cocaína…) o como mucho con la izquierda ( MDMA-éxtasis, GHB, speed, ketamina, LSD).

Con frecuencia, algunas de estas últimas se presentan en los medios de comunicación como “nuevas drogas”. Parece que muchos periodistas y expertos (nuevamente en sentido irónico) no se han enterado de que el GHB o la ketamina se utilizan en entornos de ocio desde hace más de una década. O de que estas sustancias se sintetizaron en los años cincuenta del siglo pasado, tienen usos reconocidos en terapéutica médica y sus efectos farmacológicos y tóxicos son conocidos de sobra. En los medios de comunicación este tipo de noticias suele elaborarse mezclando unos pocos datos verídicos y gran cantidad de ideas de ciencia-ficción, leyendas urbanas, sazonados con sensacionalismo barato. Su efecto suele ser el de dar publicidad a estas “nuevas” drogas, estimulando la curiosidad de muchas personas que previamente ni siquiera habían oído hablar de estas sustancias.

Uno de los ejemplos más llamativos y recientes lo encontramos en el reportaje que el diario  “El País” del 5 de Febrero de 2008 (URL disponible en: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Colocados/receta/elpepusoc/20080205elpepisoc_1/Tes), dedicaba al uso recreativo del hipnótico Zolpidem por parte de deportistas de élite. Los médicos que expresan sus opiniones en el artículo lo hacen de forma prudente y ajustada a la evidencia científica (“Lo consumen millones de personas y nunca ha suscitado en España denuncias o problemas, ni alarma ni demanda sospechosa” (…) no hay constancia de uso desviado (…) se recomienda para ancianos porque plantea menos problemas de dependencia o efectos secundarios (…)”). Pero el contenido del reportaje, que se anunciaba en portada y ocupaba dos páginas centrales a todo color (con grandes destacados del tipo “es como una borrachera sin resaca” o “alucinas, ves cosas raras y no te acuerdas de nada”) parece incitar a la experimentación. Es posible que los millones de abuelitos que utilizan Zolpidem hayan guardado celosamente el secreto de su potencial recreativo durante casi veinte años. O, lo que parece más probable, nos encontramos ante uno de esos reportajes sensacionalistas sobre una “nueva droga” que no es tal y cuyo potencial para el ocio es, como mínimo, muy cuestionable.

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 rc1Si pretendemos hablar de “nuevas” drogas con cierta propiedad, el fenómeno más importante, aunque todavía en fase incipiente, se encuentra en el grupo de los llamados research chemicals o fármacos de experimentación. Al modificar en un laboratorio una determinada molécula es posible obtener variantes que posean diferentes propiedades respecto al compuesto original. Este proceso forma parte de la búsqueda de nuevos fármacos por parte de las industrias farmacéuticas, donde a partir de un modelo se ensayan las propiedades de cientos de sus derivados en busca de fármacos que produzcan determinados efectos. Algunos investigadores ( como Alexander Shulgin, padre adoptivo de la MDMA) han realizado este proceso con sustancias que afectan a las funciones del sistema nervioso, buscando herramientas que permitan comprender mejor el cerebro humano. Partiendo de unas estructuras químicas básicas (feniletilamina y triptamina), se han descrito más de 200 compuestos distintos con propiedades psicoactivas.

                 El uso recreativo de fármacos de experimentación parece estar llamado a convertirse en una de las tendencias con respecto a drogas y contextos de ocio en los próximos años. Aunque no es todavía un hecho generalizado, la detección puntual de algunas de estas sustancias en espacios recreativos se ha ido haciendo poco a poco más frecuente. Muchas de ellas no están fiscalizadas por las leyes antidroga y su adquisición (o la de sus precursores inmediatos) es relativamente sencilla a través de Internet, desde proveedores de China u otros países del sudeste asiático. En su mayoría son drogas activas en el rango de pocos miligramos, con lo que pueden enviarse y transportarse por correo de forma sencilla.

                El primer ejemplo documentado es el de la 2,5-dimetoxi-4-bromofeniletilamina (nexus, afro, más conocida como 2C-B). A finales de los ochenta, tras la ilegalización de la MDMA, esta sustancia adquirió cierta popularidad en círculos relacionados con la música electrónica y las raves. Se trata de un derivado sintético de la mescalina, que produce una suave amplificación y distorsión de los sentidos con dosis bajas (10-15 mg), efecto que se transforma en un potente viaje psicodélico al incrementar ligeramente la dosis (por encima de 20 mg). Mientras que para algunas de las personas que la han utilizado la 2C-B resulta ideal para consumirla estando de fiesta, para otras resulta demasiado psicoactiva y prefieren contextos más tranquilos (en casa, en la playa, en el campo…). La 2C-B se fiscalizó en casi todo el mundo a finales de los 90, pero sigue siendo utilizada y apreciada en ciertos entornos.

                La sustitución de un único átomo de la 2C-B (bromo por yodo) da lugar a una sustancia diferente llamada 2C-I, que también posee propiedades estimulantes y alucinógenas, particularmente de tipo visual en forma de patrones geométricos. En los últimos años se han publicado varios artículos en medios de comunicación del Reino Unido y Australia, en los que se presentaba esta sustancia como “sustituto del éxtasis”, y en los que se alerta sobre esta “nueva droga de baile” que, al parecer, se había comenzado a distribuir en algunos clubs del Reino Unido. La 2C-I se podía adquirir de forma legal a través de Internet hasta noviembre de 2003, fecha en la que fue fiscalizada por las autoridades de  la Unión Europea.

Igual suerte han corrido otros derivados de feniletilamina llamados 2C-T-2 y 2C-T-7. Estas sustancias se habían estado vendiendo en smart-shops de Holanda de forma legal, aunque su presencia en entornos recreativos es más anecdótica que otra cosa. Otros ejemplos de “nuevas drogas” los tenemos en la familia de las triptaminas de síntesis que comprende una familia de más de 60 sustancias distintas emparentadas con la LSD y los hongos psilocibios (AMT ,DMT ,5-MeO-DIPT , 4-MeO-MIPT) con efectos, en general, intensamente alucinógenos y de uso muy restringido.

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                Aunque cada sustancia tiene sus propias características, los efectos de muchas de estas drogas están más cerca de los de la LSD o los hongos que a la calidez y la empatía de la MDMA. Mientras algunas de ellas producen leves alteraciones de la percepción, otras son capaces de introducir al consumidor en una realidad alternativa de forma súbita. En la mayoría de los casos,  pequeños aumentos en la dosis pueden incrementar los efectos de forma notable. La duración de los efectos también es muy variable: por ejemplo la experiencia con 5-MeO-DMT dura unos 20 minutos, mientras que la de la 5-MeO-AMT (que se diferencia en un único grupo de carbono)  puede prolongarse durante 18 horas. Por todos estos motivos resulta imprescindible documentarse lo mejor posible acerca de los efectos y los riesgos de una droga determinada antes de consumirla (un buen punto de partida puede ser http://www.erowid.org, donde pueden encontrarse los estudios del profesor Alexander Shulgin) y no hacerlo sin estar completamente seguros acerca de su cantidad, calidad y procedencia. De lo contrario es probable enfrentarse a una experiencia cuando menos desagradable.

                Además, a la hora de valorar los riesgos de este tipo de drogas conviene tener en cuenta que se trata de productos que han sido probados por un número muy limitado de personas. En este caso sí es real que existe muy poca información acerca de los posibles efectos secundarios, contraindicaciones, interacciones con otras drogas y fármacos y efectos a largo plazo. En contraste con otras drogas como la cocaína o el éxtasis, sobre las que existen miles de investigaciones, los riesgos de estas sustancias son en la mayoría de los casos un misterio.

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                Aunque algunas de estas sustancias  puedan encontrarse en algún momento en clubs, raves o discotecas, su presencia en el mercado de las drogas es todavía minoritaria. En realidad, se trata de drogas usadas en círculos restringidos de personas que las utilizan ocasionalmente en entornos controlados con fines de autoconocimiento, contemplativos o creativos (psiconautas). Quizás algún avispado vendedor puede hacerlas pasar por unas “pastillas nuevas” en un momento dado, pero la importancia de este fenómeno es hasta ahora limitada. Un tratamiento excesivamente alarmista por parte de los medios de comunicación y las autoridades sanitarias, puede, de forma paradójica, contribuir a la expansión de un fenómeno que no constituye un problema en la actualidad. Posiblemente el hecho de que la experiencia que inducen muchas de estas sustancias sea demasiado potente como para consumirla en una discoteca, así como la ausencia de referentes culturales específicos, limiten su popularidad y su expansión en las pistas de baile….al menos de momento.   

 

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