En el artículo anterior de esta misma sección introdujimos los distintos métodos de medir lo subjetivo que se utilizan en investigación psicofarmacológica con drogas, y se explicó, de entre las distintas formas de hacerlo, la más sencilla: utilizando Escalas Analógico Visuales. Pusimos el ejemplo de un estudio con MDMA y anunciábamos para el capítulo de este mes el otro método de evaluación de efectos subjetivos más habitual: el basado en cuestionarios de autoinforme.

Por José Carlos Bouso

 

Un cuestionario de autoinforme suele construirse preguntando a personas que tienen experiencia con drogas si pueden describir los efectos. Una vez se tiene un número aceptable de relatos, se extraen los temas principales y se tratan de poner en forma de afirmaciones. Las afirmaciones unas veces van en positivo -indicando que si se está de acuerdo es porque se ha producido un determinado efecto- y otras en sentido negativo, de tal forma que si se está de acuerdo es que el efecto no ha aparecido. Normalmente se dan respuestas en una escala de 1 a 5 para diferenciar la magnitud del efecto experimentado, aunque también hay cuestionarios de “verdadero” / “falso”. Existen diferentes escalas para evaluar diferentes tipos de drogas. La más conocida es la escala ARCI (Addiction Research Center Inventory –Inventario del Centro de Investigación en Adicciones). Consta de 49 ítems agrupados en 5 subescalas finales que dan una puntuación total para cada una de ellas: “sedación”, “euforia”, “disforia”, “eficiencia intelectual” y efectos de tipo “anfetamínico”. Esta escala permite diferenciar categorías de drogas en función de la puntuación que se obtenga en cada una de las escalas concretas. También hay una escala específica para evaluar efectos de los derivados del cannabis llamada PSI (Psychotomimetic States Inventory –Inventario de Estados Psicotomiméticos) y que tiene como subescalas: “pensamiento ilusorio”, “distorsiones perceptivas”, “desorganización cognitiva”, “anhedonia”, “manía” y “paranoia”. Esta escala permitiría diferenciar también los efectos del cannabis de los de otros alucinógenos, como por ejemplo ketamina, así como los efectos de diferentes variedades de cannabis. Por ejemplo, quizás sea útil para diferenciar variedades con diferentes índices de psicoactividad, aunque hasta donde yo sé nunca se ha probado esta escala en ese sentido.

Existen dos escalas para evaluar efectos específicos de alucinógenos: el APZ (Aussergewöhnliche Psychische Zustände –Estados Alterados de Conciencia) y el HRS (Hallucinogen Rating Scale -Escala de Evaluación de los Efectos Subjetivos de los Alucinógenos). El APZ tiene como subescalas “inmensidad oceánica”, “miedo a la disolución del ego” y “reestructuralización visionaria”. El HRS, por su parte, tiene las subescalas “somatoestesia”, “afecto”, “volición”, “cognición”, “percepción” e “intensidad”. Por último, también existe una escala específica para evaluar efectos de los entactógenos/empatógenos llamada VESSPA (Valoración de Efectos Subjetivos de Sustancias con Potencial de Abuso). El VESSPA, desarrollado en el Institut Hospital del Mar d’Investigacions Mèdiques de Barcelona (IMIM), tiene como subescalas “sedación”, “somatización ansiosa”, “cambios de percepción”, “placer y contacto social”, “energía y actividad” y “sintomatología psicótica”. De entre todos estos cuestionarios, se encuentran disponibles en español, que sepamos, el ARCI[1], el HRS[2] y el VESSPA[3].

Bien, una vez llegados a este punto quizás el lector ande algo confuso. Puede que los nombres de las escalas no le digan nada, o que no entienda para qué se utilizan concretamente. En cualquier caso -pensará el lector- no sé en qué punto esto tiene relación con las cosas que yo experimento cuando tomo alguna sustancia. Y, efectivamente, no puedo por menos que darle la razón. Intentaré aclararle un poco las ideas poniendo un ejemplo con un estudio que realizó nuestro grupo de investigación y que tenía como primer firmante a nuestro siempre querido y educativo Dr. Fernando Caudevilla. El estudio tenía como objetivo caracterizar los efectos psicológicos que induce el 2c-b (4-bromo-2,5-dimetoxifeniletilamina; “afro”, “nexus”). También conocer los patrones de consumo de la sustancia, en una época en la que empezaba a conocerse más y a estar más accesible entre el mundillo de iniciados. Si alguien está interesado en consultar la publicación que se realizó con los resultados de este estudio, puede encontrarla aquí: http://es.scribd.com/doc/78622353/2CB-Caudevilla-2012.

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Para poder valorar cuáles son los efectos del 2c-b, primero elaboramos una lista de frases que nosotros considerábamos que podrían reflejar los efectos del 2c-b. Para ello revisamos estudios previos en los que se hubiera preguntado a usuarios de sustancias sobre efectos concretos de las mismas. También revisamos trip reports de diferentes webs de drogas en los que hubiera experiencias narradas tras haber tomado 2c-b. Elaboramos, por tanto, una larga lista con diferentes efectos tanto psicológicos como somáticos, tanto de efectos agudos como en las 48 horas posteriores a la toma, y tanto agradables como desagradables, y preguntamos a los voluntarios que dijeran si habían sentido alguno de los efectos que les presentamos. Así, encontramos que lo más frecuente que experimentaron las personas con las que contactamos fue que “aumenta el sentido del tacto y la percepción del propio cuerpo”, que “las paredes y el suelo ondean” o que “los colores y las formas se ven diferentes”. También hay una “dificultad en fijar la mirada”, “temblores” o “sudoración”. Durante las 48 hs posteriores puede aparecer “insomnio” y “ansiedad”.

2cb

Si bien estos efectos pueden ser característicos del 2c-b, también son efectos propios de otras drogas. Con un cuestionario lo que se consigue es clasificar –primero- el efecto dentro de un grupo de efectos globales, y –segundo- cuantificar la magnitud del efecto. Por ello, a los voluntarios les administramos dos cuestionarios: el HRS y el VESSPA, y comparamos las puntuaciones obtenidas con las obtenidas en diferentes estudios investigando los efectos subjetivos de otras drogas, concretamente con ayahuasca, d-anfetamina, Salvia divinorum y MDMA. De esta forma, obtuvimos un perfil diferencial de efectos subjetivos que nos permitía conocer en qué se parecen y en qué se diferencian estas diferentes drogas, tanto en cualidad del efecto como en su magnitud o intensidad.

La Escala de Evaluación de los Efectos Subjetivos de los Alucinógenos se compone de 71 ítems agrupados en 6 subescalas. La escala “somatoestesia” mide efectos somáticos; la de “afecto” mide sensibilidad a las reacciones emocionales y afectivas; la escala de “volición” indica el grado de dificultad que tiene la persona para interactuar con el entorno; “cognición” refleja modificaciones de los procesos y del contenido del pensamiento; “percepción” las alteraciones en la experiencia visual, auditiva, gustativa y olfativa; y, por último, la escala “intensidad” refleja la fortaleza de la experiencia en general. Los ítems del HRS se responden en una escala de 0 a 4 (0 = en absoluto, 1 = muy poco, 2 = moderado, 3 = bastante, 4 = extremadamente).

Por ejemplo, dentro de la escala de “somatoestesia” hay ítems como: “Flash o Subidón” o “Sensación de electricidad/hormigueo”; dentro de la escala de afecto, por ejemplo: “Modificaciones de la sensación de proximidad hacia las demás personas presentes en la habitación” o “Sensación de asombro, estupefacción”; la escala de “cognición” ítems como: “Nuevos pensamientos o revelaciones/intuiciones” o “La experiencia es similar a los sueños”; la de “percepción”: “Naturaleza caleidoscópica de las imágenes visuales” o “Movimiento de las imágenes visuales”; la de intensidad: “La experiencia viene y va en oleadas” o “Sensación de estar “colocado”; y la de volición “Sensación de control de sí mismo” o “Capacidad de seguir la secuencia de los efectos”.

Por su parte, el VESSPA se compone de 36 ítems agrupados también en seis subescalas: la escala de “sedación” contiene, entre otros, los ítems: “Me siento más débil” o “Me pesa todo el cuerpo”; la de “somatización ansiosa” ítems como “Tengo tensión mandibular” o “Me siento ansioso”; “cambios en la percepción” tiene ítems como “Veo las formas de los objetos o de las personas diferentes” o “Veo figuritas como cuando miro a través de un caleidoscopio”; la subescala de “placer y contacto social” tiene ítems como “Tengo una actitud más positiva ante las cosas” o “Me siento más sociable”, la de “energía y actividad”, por ejemplo, “Me apetece moverme o hacer algo” o “Me siento menos cansado”, y en “sintomatología psicótica” hay ítems como “Me siento vigilado” o “Tengo pensamientos extraños”.

Fue interesante ver cómo cada sustancia evaluada se comportó de una manera diferente en cada una de las subescalas estudiadas. Para el HRS, el 2c-b obtuvo las puntuaciones más altas en la escala de “percepción” y la más baja en la de “somatestesia”. El 2c-b y la S. divinorum no se diferenciaron en las escalas “somatoestesia”, “afecto”, “percepción”, “cognición”, e “intensidad”, pero sí se encontraron menores puntuaciones en “volición” para la S. divinorum, indicando que es una sustancia que permite menos la interacción con el entorno y que claramente dificulta las relaciones con los demás, cosa que no ocurre con el 2c-b, a pesar de que el perfil de efectos psicológicos pueda ser parecido. Las mayores puntuaciones en “volición” fueron para la d-anfetamina, y la ayahuasca también obtuvo puntuaciones más bajas que el 2c-b en esta subescala. Las puntuaciones en “afecto”, “percepción” y “cognición” fueron superiores para la MDMA respecto a la anfetamina, pero inferiores respecto al 2C-B. La menor puntuación en “afecto” para la MDMA respecto al 2c-b puede sorprender un poco, ya que la MDMA tiene fama de ser una sustancia altamente emocional. La razón puede deberse a que los datos para la MDMA se recogieron en estudios de laboratorio, donde el contexto es más frío, y el del 2c-b fue en contextos naturalistas. La mayor diferencia entre ambas sustancias, 2c-b y MDMA, se encontró precisamente en la escala de “percepción”, confirmando el potencial del 2c-b como potenciador perceptivo.

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Respecto al VESSPA, la subescala en la que el 2c-b obtuvo la puntuación más alta fue en “placer y sociabilidad”, y la más baja “sintomatología psicótica”. Esta baja puntuación en “sintomatología psicótica” es también muy interesante, porque confirma lo que muchos usuarios de 2c-b aseguran: que, a pesar de ser un fármaco visionario, es bastante manejable. En comparación con la d-anfetamina, el 2c-b puntuó más alto en “cambios en la percepción”, en “placer y contacto social” y en “sedación”. No se diferenció, sin embargo, de la d-anfetamina en las subescalas de “somatización ansiosa”, “energía y actividad” y “sintomatología psicótica”. De nuevo, este resultado es interesantísimo, pues muestra cómo el 2c-b tiene un perfil de efectos estimulantes y activadores que no se diferencian de la anfetamina. Si bien, de nuevo este resultado también puede ser engañoso, ya que el estudio con d-anfetamina también se hizo en un contexto de laboratorio, y es posible que en un contexto naturalista la persona esté de entrada más predispuesta a estar activado y alerta, ya que lo que pretende es divertirse, frente al contexto de laboratorio, que puede terminar resultando tedioso para el voluntario. En comparación con la ayahuasca y con la S. divinorum, el 2c-b puntuó también más alto en la subescala de “placer y sociabilidad”, y no se encontraron diferencias en las demás subescalas. De nuevo, este efecto refleja el perfil alucinógeno del 2c-b, pero con un componente de más contacto social que los alucinógenos, digamos, más clásicos. Por último, en comparación con la MDMA, el 2c-b puntuó más alto en “cambios en la percepción” y más bajo en la de “somatización ansiosa”. De nuevo, parece que el 2c-b, a pesar de comportarse de manera activante, no tiene los efectos indeseables de los psicoestimulantes más clásicos. No hubo diferencias en el resto de subescalas entre estos dos fármacos, lo cual refleja un perfil compartido, como muchos consumidores opinan.

 


[1] http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/7956749

[2] http://www.brainvitge.org/papers/riba_dad_2001.pdf

[3] http://www.adicciones.es/files/poudevida.pdf

 

Acerca del autor

Fernando Caudevilla (DoctorX)
Médico de Familia y experto universitario en drogodependencias. Compagina su actividad asistencial como Médico de Familia en el Servicio Público de Salud con distintas actividades de investigación, divulgación, formación y atención directa a pacientes en campos como el chemsex, nuevas drogas, criptomercados y cannabis terapéutico, entre otros.