El cannabis es una planta tan versátil, domesticable y sobre todo adaptable, que permite hacer con ella cosas “no programadas” en principio por la naturaleza. Pero una cosa es la naturaleza y otra el ser, y en este caso el ser, nuestra amada planta, se adapta prácticamente a cualquier entorno incluido el cultivo de interior con luces artificiales y sin tierra. Igualmente, aún siendo una planta anual, se puede “manipular” el entorno para que dure años. Con ayuda de distintas técnicas de poda y “doma” o modelado podremos conseguir estos comportamientos “domesticados”.

Fotos y Texto: Luis Hidalgo

Efectivamente, dentro del mundo vegetal una de las plantas más domesticable es el cannabis. Si bien en su formato “industrial” o “sin droga” este aspecto no ha sido muy estudiado ni desarrollado, no sucede así con el que se cultiva tanto en interior como en exterior con fines más “narcóticos” y ello se debe, sobre todo, al estudio autodidacta de multitud de cannabicultores a lo largo de la historia reciente.

Los cultivos industriales suelen estar autorizados y la cantidad inmensa de plantas que se trabajan hace innecesario el uso de técnicas de optimización de cosecha floral, aparte de que los cogollos no tienen valor en la mayoría de estos cultivos y sí la fibra o las semillas, por lo que los esfuerzos a la hora de investigar como aumentar la producción se han dirigido por otros derroteros. En cambio, en el cultivo de cannabis narcótico para autoconsumo nos encontramos con una situación completamente diferente: Primero, es ilegal. Después, resulta que el espacio del que solemos disponer en interior no es muy grande y en exterior, debido lo ilegal de su cultivo, no podemos poner muchas plantas. Todo esto ha llevado a diferentes cannabicultores inquietos a desarrollar y adaptar técnicas de cultivo que, de ser bien aplicadas, pueden marcar la diferencia entre una cosecha pobre y otra satisfactoria.

La Planta Madre

Vamos a comenzar con las técnicas de poda para la conservación de madres. Recordemos que estas plantas son iguales al resto de plantas de cannabis y que lo que haremos no es otra cosa que domesticar su crecimiento para promover la producción de ramas secundarias, las cuales serán cortadas para producir esquejes. Además se fuerzan más allá de su ciclo anual natural para ser mantenidas vivas durante años a base de someterlas a un fotoperíodo vegetativo de 18 horas de luz o más durante toda su vida.

Damos por hecho que vamos a hacer la madre desde un esqueje recién enraizado, a ser posible de una punta o un solo tallo (ver curso de esquejado) aunque veremos cómo también podemos aplicar la técnica a una planta ya crecida si bien lo ideal es comenzar cuanto más pequeña mejor. También indicamos que aunque hay quien usa sistemas hidro con arlita tipo dutchpot, el mejor sustrato para madres es la tierra por la autonomía y el margen de error en cuanto a riegos y secano, que es mucho mayor que en cualquier sistema hidropónico. Se suelen usar macetas o contenedores no muy grandes, pues no queremos plantas gigantes.

Dejamos al esqueje coger fuerza y una vez que ha producido tres o cuatro brotes nuevos le cortamos la punta justo por encima del penúltimo nudo. De esta manera conseguimos dos puntas que deberemos dejar crecer hasta que produzcan a su vez otros tres o cuatro brotes y repetimos la operación en cada una de ellas obteniendo esta vez cuatro puntas. En este punto debemos esperar unos días para que las ramas crezcan, cojan fuerza y empiecen a generar varios brotes secundarios.

Una vez que los brotes se han convertido en ramas, tiempo que depende sobre todo de la cantidad y la calidad de la luz que les estemos suministrando, debemos pararnos a analizar la estructura que va adquiriendo la planta para decidir los siguientes pasos teniendo en cuenta la forma de las ramas y la velocidad de desarrollo.

Potenciando el ramaje

Lo primero que debemos determinar es si el tipo de crecimiento es índico o sativo, lo que podremos saber por diferentes signos. El crecimiento sativo se caracteriza por una mayor lateralidad del ramaje secundario que tiende a estirarse en busca de la luz y una mayor distancia entre nudos en general, mientras que el índico tiende más a crecer en vertical centrándose en el tallo y ramas principales costándole más hacer crecer los pequeños brotes y también puede “espigarse” estirando las distancias intermodales, pero siempre hacia arriba.

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También el tipo y forma de las hojas tienen su importancia, y no tanto por su relación con los tipos índico/sativo ya que la mayoría de las variedades actuales, al ser multipolihíbridos, pueden mostrar hoja ancha y un patrón de crecimiento sativo, por ejemplo. Realmente para la poda, el ancho y largo de las hojas influye sobre todo en las zonas de sombra sobre los brotes nuevos y ramas secundarias y terciarias y por lo tanto, en la velocidad de desarrollo de éstas.

Así pues, para la conservación de madres el objetivo de las podas es potenciar el crecimiento de ramas secundarias al mismo tiempo que mantenemos un crecimiento general controlado para economizar recursos (luz, agua, tierra…). Como hemos indicado, con las primeras podas de puntas realizadas al esqueje que se convertirá en madre hemos iniciado una estructura “fractal” en la que cada punta se convierte en dos. Tras dejar crecer el esqueje podado podemos caer en la tentación de seguir cortando puntas, pero no debemos dejarnos arrastrar por el instinto. Si continuamos con el mismo procedimiento sólo conseguiremos una multitud de pequeñas y finas ramas y los brotes crecerán lentos y con largas distancias intermodales.

Por el contrario, ahora lo que haremos será “limpiar” la base del tallo principal que seguramente habrá empezado a tirar minibrotes por debajo de la primera poda. Deberemos eliminar definitivamente estos brotes para potenciar todo el crecimiento superior y todas las mini ramas que hayan podido crecer en la zona interior de la planta. Si la estructura es sativa, quitaremos también uno o dos brotes de las ramas secundarias, mientras que si es índica deberemos potenciar el crecimiento de tres o cinco ramas a partir de la poda total del tallo central de manera que con el tiempo adquiera forma de candelabro. También deberemos quitar las hojas principales que tapen los brotes que vayan apareciendo. En cualquier caso de forma general debemos clarear toda la zona más central de la planta al objeto de que entre bien la luz hasta las partes más bajas.

Puntos de corte

La paciencia es imprescindible

Cuando estamos creando una madre hemos de tener en cuenta que hemos que tener paciencia hasta que esté completamente formada y modelada antes de empezar a “cosechar” esquejes. Después de haber realizado los pasos expuestos anteriormente deberemos dejar al menos quince días antes de realizar ninguna otra poda. Durante este tiempo podemos aprovechar para ir observando el desarrollo de cada una de las partes de la estructura general: fortalecimiento de tallos, velocidad de nacimiento y crecimiento de brotes nuevos, estiramiento de ramas, control de las puntas y sobre todo el crecimiento de las pequeñas ramas que después serán esquejes. Un buen ejercicio es intentar prever o visualizar el futuro desarrollo a partir de las podas que vamos realizando y comprobar si el resultado se corresponde con lo previsto.

Una vez pasados esos quince o veinte días seguramente podremos ya sacar una primer tirada de esquejes dependiendo de la variedad que estemos trabajando, pero prácticamente en todas habrán crecido ramas secundarias del tamaño suficiente para ser cortadas y enraizadas. Debemos tener la precaución de no cortar completamente la base de la rama, dejando siempre intacto el nudo inferior de donde crecerán con el tiempo dos nuevas ramas.

A partir de ese momento se entra en una rutina que podemos tipificar como: Controlar altura cortando puntas, limitar la ramificación eliminando brotes secundarios, quitar hojas que tapen la luz y pequeñas ramas demasiado bajas o finas y esperar la recuperación de la madre para que forme nuevos esquejes, cortarlos y volver a empezar. Conviene dar una alimentación rica en nitrógeno para promover la formación de tejido vegetal e impedir que los procesos florativos hagan acto de presencia con el tiempo en forma de multitud de preflores aún a 24 horas de luz. En relación a esto último, vamos a ver de forma simple otro tipo de poda menos usual pero muy necesaria en el mantenimiento de madres a lo largo del tiempo, y es la poda de raíces.

Podando por abajo

Cuando tenemos una planta durante años en la misma maceta es obvio que la cuestión nutricional no va ser igual que en otras que sólo van a tener unos meses de vida. En nuestro caso, si bien podemos aplicar distintos tipos de abonado, ya sea orgánico o mineral, llegará un momento en que el sistema radicular de una planta madre colonizará todo el sustrato con el tiempo y si seguimos manteniéndola ahí acabará sufriendo un gran estrés radicular que desembocará en un estado de prefloración permanente y acortamiento de distancias internodales hasta frenar su desarrollo.

A primera vista, todos estos problemas quedarían resueltos con un trasplante a una maceta mayor con nueva tierra, pero ello traería otros problemas como un mayor crecimiento por encima de lo deseado y, tarde o temprano, el nuevo espacio también será “comido” por las raíces volviendo a producirse el problema aumentado ya que, al ser más grande la planta, también es menos manejable y más fácil de dañar en la manipulación. Por todo ello, lo que haremos será replantar la planta en la misma maceta tras limpiar de tierra la parte inferior del cepellón de raíces y podar una parte de este eliminando un tercio del sistema radicular.

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Para realizar esta operación esperamos a que el sustrato este relativamente seco para que se mantenga hecho un bloque y no se deshaga, y sacamos la planta de la maceta como si fuera para un trasplante. El proceso es relativamente delicado, pero al cabo de dos o tres podas se le coge enseguida el tranquillo, por lo que si nuestra madre es muy valiosa, es mejor practicar antes con otras plantas. Es fundamental que los contenedores sean pequeños, de cinco litros o menos debido a la manejabilidad, ya que debemos cuidarnos mucho de no dañar el sistema radicular principal que nace de la base del tallo de la planta.

Para sacar la planta, colocamos la mano en la base del tallo y damos la vuelta a la maceta al tiempo que con la otra mano sacamos la maceta y la depositamos en el suelo. Colocamos la planta en posición horizontal encima de una bandeja y con un cuchillo dentado o sierra de las finitas, siempre bien desinfectados con alcohol, cortamos aproximadamente el tercio inferior del bloque de tierra y raíces sujetándolo firmemente con una mano mientras con la otra serramos sin dudar.

Una vez separada la “loncha”, procederemos a limpiar de tierra vieja el cepellón cogiendo la planta de la base con una mano mientras con la otra vamos apretando ligeramente y con cuidado el sustrato y este irá cayendo, separándose del cepellón. Cuando ya vemos que pesa poco y notamos que las raíces están sueltas y no tienen bolas de sustrato, le damos la vuelta y la apartamos un momento. Llenamos unos centímetros de maceta con la misma tierra que ha caído. Esto es muy importante, pues así mantenemos el pH en el mismo valor evitando estrés adicional.

Seleccion de ramas

A continuación rellenamos cinco centímetros de tierra nueva y recolocamos casi todo el sistema radicular en el fondo de la maceta, rellenando el nuevo espacio de tierra enterrando parte del tallo. Para ello, necesitamos que el sustrato no se encuentre ni muy seco ni muy húmedo, de manera que al extraer el mojón de tierra de la maceta el sustrato se separe fácilmente de las raíces. Para ello le daremos un ligero spray de agua con el pH ajustado.

Una vez completada la operación, daremos un ligero riego con agua oxigenada de farmacia al 2% (medio litro de agua oxigenada por 25 litros de agua) y colocaremos la planta de nuevo en su lugar. Si hemos realizado todos los pasos correctamente, la planta no habrá sufrido estrés y continuará su crecimiento, algo más baja.

En el próximo capítulo veremos las distintas técnicas de poda para incrementar la producción de nuestras cosechas utilizando el mismo espacio de cultivo. Un saludo

Glosario

Arlita: Bolas de arcilla expandida a altas temperaturas que se utilizan en construcción como aislantes y en hidroponía como sustrato

Cepellón: Masa principal de raíces cuyo origen se encuentra en la raíz principal que nace justo por debajo del tallo de la planta.

 Ducth Pot: Sistema autónomo de cultivo hidropónico basado en una maceta que se suele llenar con arlita que se introduce dentro de otra que contiene un depósito con la solución nutriente que se envía hacia arriba mediante una bomba de agua. Esta solución nutriente resbala sobre la arlita mojando las raíces con el alimento y volviendo a caer en el depósito del fondo, creando así un ciclo continuo.

Hidropónico: Sistema de cultivo que no utiliza tierra, sustituyendo ésta por algún tipo de sustrato inerte como la lana de roca, la fibra de coco, la arlita o simplemente agua. En estos sistemas todos los nutrientes necesarios para el desarrollo de las plantas tienen que ser suministrados en el agua de riego.

Multipolihíbrido: Variedad formada por cuatro o más parentales los cuales a su vez han sido creados a partir de tres líneas originales o más.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.