Todos en mi equipo toman café cada día o salen a beber vino después de los partidos. La marihuana debería estar a ese nivel. No es dañina para nadie, simplemente ayuda y mejora las cosas. Creo que ni siquiera deberíamos estar hablando de esto”. Hace poco, Kevin Durant volvió a encender el debate sobre la legalización de la marihuana, en este caso en la NBA. Lo hizo en una entrevista que concedió al podcast All The Smoke que conducen los ex jugadores Matt Barnes (se retiró en 2017) y Stephen Jackson (2014), quienes en el pasado admitieron haber fumado hierba durante sus carreras. Así el tema regresó a picota. Un tema cada menos tabú y que otras competencias, como la MLB (liga profesional de béisbol), la NHL (de hóckey sobre hielo) y MLS (fútbol), ya abordaron, quitando las sanciones disciplinarias para quienes consumían la droga. En estos días la última en sumarse fue la NFL (fútbol americano), que ya dispuso que en el próximo convenio colectivo de trabajo se reducirán penas y ya no suspenderá más a los jugadores que den positivo. Así deja sola a la NBA, la única liga de USA que la mantiene en la lista de sustancias prohibidas. Pero, claro, parece cercada. Cada día son más los “militantes” que intentan demostrar, a través de la ciencia y los hechos, que al menos debería legalizarse el uso medicinal, para tratar dolores físicos y trastornos de ansiedad que padecen algunos jugadores. Un tópico que viene de larga data y que abordaremos conociendo la política de la NBA, cómo cambió de opinión el famoso directivo que la aplicó y lo que considera el actual comisionado, una historia que incluye jugadores que arruinaron sus carrera, otros que admitieron su uso y al menos tres que hasta fundaron empresas para comercializar cannabis.

En los años 70, la NBA sufrió una profunda crisis de popularidad que amenazó su futuro. Y el negocio. Eran demasiados los casos de jugadores talentosos que desperdiciaban su carrera por la adicción a las drogas. Un ejemplo que resume esa época fue Marvin Barnes, al que apodaban Bad News. Malas Noticias, para los rivales pero también para él. Un ala pivote que brilló primero en la ABA y luego ya no tanto en la NBA. Dominó dentro de la cancha cuando se le antojó y, afuera, excéntrico como pocos, era capaz de tener un Roll Royce plateado para moverse en los días de sol y un Cadillac para los nublados. Divertido pero también arrogante y hasta violento. Su adicción a la cocaína lo consumió en todo sentido. “Llegué a tomar en el banco de suplentes, tapándome con una toalla”, admitió. Fue cortado por los Celtics en 1979. La NBA le cerró sus puertas y emigró a Italia, donde fue detenido por consumo y tráfico de drogas. La intervención del embajador estadounidense y una cinematográfica huida en taxi hacia la frontera yugoslava le permitieron volver a su país, donde también fue (dos veces) detenido y encarcelado. Cuando salió, Barnes recibió tratamiento en el centro de rehabilitación de John Lucas, famoso entrenador que, en los 70, también padeció el horror de las drogas hasta su recuperación y posterior ayuda a las víctimas de la adicción. Según amigos, Barnes “se limpió” durante años hasta que reincidió y terminó falleciendo a los 62 años, sumido en la pobreza absoluta.

En la década siguiente (los 80), en USA se produjo el boom de la heroína, la cocaína y el crack, drogas que corrían como la pólvora en los barrios pobres de los que muchas veces surgen los talentosos basquetbolistas. Hubo una generación entera que sufrió por las adicciones y el mejor resumen fue el “draft maldito”, como se bautizó al de 1986. El suceso más resonante es el Len Bias, el supertalento de la Universidad de Maryland que falleció de una arritmia causada por una sobredosis de cocaína apenas 36 horas después de ser elegido por los Celtics con el pick N° 2. Pero no fue el único. Chris Washburn (N° 3 que jugó apenas dos decepcionantes temporadas y fue echado de la NBA en 1989 luego de tres controles positivos), William Bedford (N° 6 que hasta fue detenido varias por posesión de drogas hasta que se cerraron sus puertas de la liga) y Roy Tarpley (N° 7 que rindió mejor que los otros pero su adicción limitó su potencial de estrella y fue expulsado de la NBA en 1996). No fueron casos aislados… Los Rockets de mediados de los 80 llegaron a tener tres jugadores suspendidos al mismo tiempo por cocaína: John Lucas, Mitchell Wiggins y Lewis Lloyd, los dos últimos excluidos indefinidamente y luego readmitidos, en 1989. Tan grave era el panorama que, en agosto de 1980, un reporte del diario Los Angeles Times estimó que entre el 40 y 75% de los NBA tomaban cocaína. Una nota que puso en blanco sobre negro una realidad que le quitaba popularidad y convocatoria a una competencia en la que 16 de los 23 equipos admitieron haber perdido dinero luego en la temporada 80/81.

 

En aquel momento de crisis apareció en escena un “salvador”, un dirigente que cambiaría la cara de la competencia. David Stern llegó a la organización en 1978, como abogado, y pasó por distintos puestos hasta que en 1984 asumió como comisionado. Durante sus 30 años al frente de la NBA, además de hacer crecer exponencialmente el negocio y exportarla al mundo a partir de las irrupciones de estrellas como Magic Johnson, Larry Bird y Michael Jordan, Stern fue quien impulsó y hasta redactó la primera política anti drogas del deporte estadounidense. Fue en 1983, cuando era el vicepresidente ejecutivo. En ese momento se incluyó en el convenio colectivo de trabajo la prohibición del consumo de drogas llamadas de abuso, como cocaína, anfetaminas, LSD, heroína, codeína y morfina. Entre 1989 y 1990, ya con Stern como comisionado (el más importante de la historia del deporte estadounidense), se endurecieron más las normas y sumaron nuevas sustancias, como esteroides (clembuterol, nandrolona, testosterona, estanozolol y diuréticos varios) y la marihuana. “Puntualmente con la marihuana lo hicimos porque había muchos jugadores que lo pedían en voz baja… Estaban preocupados porque veían compañeros que estaban fumando en lugares y momentos inapropiados. Uno, por ejemplo, no quiere ver jugadores fumando en un entretiempo de un partido… También estaba la creencia generalizada de que esta droga era la puerta de entrada a otras más duras y perjudiciales”, explicaría años después.

En 2004, además, se hizo un nuevo agregado: la efedrina y la hormona de crecimiento. Pero claro, más allá de las sustancias, el tema empezó a pasar por los controles, por cómo se hacían y cuántos eran (seis por año, de forma random, cuatro en temporadas y dos fuera de ella), porque nunca el número de positivos fue grande… Si bien la NBA mejoró mucho su imagen y prácticamente “se limpió” de aquellos casos extremos de adicciones, nunca desapareció la creencia popular de que en la liga hay vía libre con las sustancias dopantes. Tal vez sea un mito o quizá nazca del sentido común que considera que es muy difícil que, con tanta exuberancia física y un calendario tan exigente (entre 90 y 105 partidos en seis meses, jugando cada 24/48/72 horas), haya tan pocos controles antidopings que den positivo. Generalmente, hay muy pocos protagonistas que sacan los pies del plato y uno de ellos fue el prestigioso entrenador George Karl, quien aseguró en su libro “Furious Karl“ que creía que la NBA tenía un problema con el dopaje. “Es obvio que algunos de nuestros jugadores se dopan. ¿Cómo puede ser que algunos envejezcan y estén más delgados y en forma? ¿Cómo se recuperan tan rápido de sus lesiones? ¿Por qué van a Alemania cuando acaba la temporada? Dudo que sea por el chucrut… Queremos a los mejores deportistas, pero no a los tramposos que usan a los mejores científicos”, pegó metiendo el dedo en la llaga. Karl lo escribió en 2016, en clara referencia a los esteroides y a la hormona de crecimiento.

La NBA siempre ha manejado a discreción el tema doping, algunos creen que para no perjudicar el negocio. Stern siempre tuvo claro que, para expandirlo, necesitaba de los jugadores. Se lo dejó claro Anthony Bowie, jugador de Orlando, a principios de los años 90. “Que tenga cuidado, Stern… Si quiere prohibir la marihuana en la NBA, se va a quedar sin el 60% de los jugadores”, fue el mensaje que le mandó a través de los medios. Entonces, cada avance que el comisionado quiso hacer en la política antidroga, tuvo que consensuarla con el sindicato de jugadores. Cada una de las veces. Lo mismo le pasó a nivel internacional, cuando acordó con Federación Internacional y el Comité Olímpico Internacional el histórico desembarco de las estrellas NBA en el concierto mundial, en 1992. La condición que aseguran les puso a Boris Stankovic -mandamás de FIBA-, y Juan Antonio Samaranch –titular del COI-fue que al menos los controles no fueran tan exhaustivos…

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Por todo esto, la NBA nunca reconoció a la WADA, la agencia mundial antidopaje, ni a la USADA, su versión estadounidense. Eso quiere decir que ninguna de las normas para prevenir y perseguir el dopaje que rigen en la mayor parte del deporte mundial se aplican en la NBA. Y fue justamente Travis Tygart, ex presidente de USADA, el que lanzó más leña al fuego cuando admitió que para él era bastante sencillo sortear los (seis como máximo) exámenes de orina que le hacen a cada jugador por temporada. Algo que parecía difícil de creer hasta que Lamar Odom contó cómo había hecho trampa una vez, con un pene falso y orina de otra persona que había puesto dentro de los testículos artificiales del aparato. Justamente, por los controles y sus resultados esporádicos positivos, Stern fue objeto de críticas por parte de especialistas y hasta Mark Cuban, dueños de los Mavs. “La NBA es una guardería”, decían, irónicamente, por la mano blanda de una competencia que, creían, seguía protegiendo a los jugadores, salvo casos de adicciones graves. El comisionado prefirió no caerle tan duramente a los consumidores y aprobó sanciones laxas: la primera vez que un jugador da positivo de marihuana se lo apercibe, sin sanción. Si reincide, se lo multa con 25.000 dólares y a la tercera vez se pasa a una suspensión de cinco partidos sin pago. De ahí en más se repite la sanción de cinco juegos. En cambio, un positivo de esteroides, efedrina o diuréticos acarrea diez partidos, luego 25, el tercero provoca un año de sanción y el cuarto caso la inmediata expulsión de la NBA.

Las penas, leves en general, no detuvieron el consumo. La marihuana, por caso, se masificó en Estados Unidos (y el mundo) y un nota de la cadena NBC, con una encuesta entre jugadores anónimos, aseguró que el porcentaje que fuman está por encima del 50% y que, si se suman los diversos productos de cannabis que existen con fines terapéuticos, esa proporción puede trepar hasta el 85%. Un porcentaje similar que había admitido Derek Harper, famoso jugador de los 80 y 90, que habló de un 70%. TMZ, un sitio de farándula que sabe ocuparse de algunos temas polémicos de la NBA, publicó un reporte que aseguraba que el olor a marihuana es totalmente común en los pasillos y habitaciones de los hoteles donde se hospedan los equipos cuando juegan de visitantes. Incluso fue más allá: se animó a asegurar que algunos jugadores se divierten antes de los partidos tomando otro tipo de drogas, más suaves, como jarabes de tos y codeína, con el objetivo de pasar un buen rato sin tener que lamentarlo después.

Ultimamente los casos descubiertos aumentaron considerablemente. Algunos informados por la propia NBA, como el de DeAndre Ayton, el N° 1 del draft que fue suspendido por 25 partidos. La información fue que la sustancia era un diurético, justamente lo que aseguran usan los atletas para limpiarse de THC, el ingrediente psicoactivo más importante y abundante en las variedades de la planta del cannabis. Hay otros casos, como el de D’Angelo Russell, a quien le encontraron 50 gramos de marihuana dentro de una lata de bebida energética mientras intentaba burlar la seguridad de un aeropuerto en Nueva York. Varios de los descubiertos, si bien tuvieron que armar una carta de disculpas, como les exige la NBA, defendieron abiertamente el uso de la sustancia. Esto pasó desde siempre. No hace mucho alzaron la voz Michael Beasley y Chris Andersen, consumidores declarados que han sido penados por la NBA. The Birdman incluso presentó una queja contra la NBA luego de ser excluido indefinidamente en 2006 (fue readminido en 2008).

La lista de quienes han tenido problemas de drogas es mucho más amplia e incluye a varios jugadores importantes, como Kareem Abdul-Jabbar (dicen que consumía para tratar sus migrañas), George Gervin, Allen Iverson, Steve Francis, Rasheed Wallace, Chris Weber, Vin Baker, Darius Miles, Rashard Lewis, Shawn Kemp (en 2001 ingresó a clínica de rehabilitación por su adicción a la cocaína y fue arrestado con marihuana) y Richard Dumas, uno de los cinco jugadores expulsados de la NBA en la historia, por reiterados positivos. Claro, quizás el caso más resonante sea el de Lamar Odom, estrella de los Lakers (campeón 2009 y 2010) que estuvo a punto de morir por una sobredosis en el 2015 tras haber estado varios días consumiendo drogas, alcohol y viagra en un prostíbulo de Las Vegas. Estuvo cuatro días en coma, sufrió 12 derrames y seis ataques al corazón, pero sobrevivió. “Todos los doctores que me ven dicen que soy un milagro caminando”, recordó tres años después, tras realizar un lento tratamiento que le permitió volver a una vida “normal”. En mayo del 2019, el ex esposo de la famosa actriz Khloe Kardashian publicó su libro “De la Oscuridad a la Luz” en el cual, además de haber reconocido tener sexo con seis mujeres por semana de promedio y pagado muchos abortos, hizo un cálculo del dinero que se gastó en drogas: 100 millones de dólares. Nada menos. También admitió haber empezado a consumir cocaína a los 24 años, cuando jugaba en Miami Heat. Luego permaneció diez años más en la NBA. Odom aceptó haber tenido épocas donde llegó a drogarse todos los días. La gran pregunta es cómo habrá pasado los cuatro controles que la NBA destina por temporada…

Justamente, estas drogas duras, asegura TMZ, siguen siendo el gran problema porque “el 30% de la NBA las consume”. En este caso no hay debate. Nadie las quiere ni defiende, al menos públicamente. Distinto es el caso de la marihuana. Muchos jugadores han hablado a favor, sobre todo para el uso medicinal. “Hay mucha hipocresía y una gran demonización. ‘Ah, es un fumeta’, es la reacción de algunos cuando se enteran. Pero conozco a muchos deportistas que, por caso, utilizan el Percocet. ¿Saben lo que es? Un analgésico, un opio, que causa más adicción y te deja grogui. Es mucho peor que usar aceite de cannabis, pero es legal, claro… Yo he usado el aceite, para mis rodillas y para calmar la ansiedad. Me ha ayudado mucho, sin dañarme”, contó Jason Williams, más conocido como Chocolate Blanco. Aquel base que dejó su huella por su talento innato entre 1998 y 2008 no anduvo con vueltas para comparar a la marihuana con los opioides, cuyo consumo se disparó en las últimas décadas en Estados Unidos, originando una cadena de adicciones que provoca 60.000 muertos al año, según estudios de la salud. Steve Kerr también se refirió a esa comparación. El DT que revolucionó el juego y dominó la NBA con los Warriors la pasó realmente mal durante años por lesiones crónicas en la espalda que lo obligaron a operarse dos veces (en diciembre del 2016 y mayo del 2017). Y, consultado, admitió que recurrió a la marihuana para tratar de mitigar los dolores lumbares y abogó por un cambio en la normativa de la NBA. “Siento que es una opción mucho mejor que algunos de los medicamentos recetados y sé que está ayudando a muchas personas”, declaró, reflejando la cantidad de gente con epilepsia, cáncer, esclerosis múltiple y dolores crónicos que la usan en el mundo. Karl Anthony Towns, estrella actual de los Wolves, todavía es joven y asegura nunca haber tomado, pero contó que conoce personas “que sufren de artritis aguda y, gracias a la marihuana, se pueden mover mucho mejor”. Y puntualizó, para dejar claro su postura, sobre la “gran diferencia entre el uso recreativo y el medicinal. Es un medicamento que utilizado en el contexto adecuado puede ayudar a gente que sufre grandes dolores. Los jugadores NBA no somos súperhumanos. Algunos estamos en condiciones en las que sería beneficiosa una utilización razonable de esta sustancia”, aseguró el ala pivote.

Hace dos años, el sitio Bleacher Report dio un paso más para dar visibilidad al debate. Juntó a 11 ex deportistas profesionales estadounidenses y grabó un video donde a los atletas se los veía fumando un porro mientras hablaban sobre las bondades de la sustancia. Estuvieron los ex NBA Matt Barnes, Kenyon Martin, Gary Payton, Cuttino Mobley y Al Harrington. Justamente este último fue el conductor del documental The Concept of Cannabis realizado en 2017 por Uninterrumpted, la productora de LeBron James. Aquel programa se hizo famoso porque David Stern, el propulsor de incluir a la marihuana entre las sustancias prohibidas, aceptó públicamente que había cambiado de opinión con respecto a la sustancia. Harrington, ex jugador de la NBA entre 1998 y 2014, contó su historia, precisando cómo el CBD (o cannabidiol), un compuesto de la marihuana que -en formatos de cremas y aceites- lo ayudó a tratar continuos dolores e inflamaciones en la rodilla luego de una operación mal realizada. Y fue luego de que el ex alero le contara sus pesares, cuando Stern sorprendió a todos. “Me convenciste. Probablemente la marihuana debería suprimirse de la lista de sustancias prohibidas por la liga”, admitió. David contó que una serie que vio en la cadena CNN le había empezado a cambiar la percepción sobre el uso medicinal de la marihuana y que la charla con Harrington terminó de hacerle ver una realidad que ignoraba. “Hoy estoy seguro que las competencias deberían repensar su política antidrogas. Hay que darle una nueva mirada al tema”, repitió el año pasado, pocos meses antes de sufrir el derrame cerebral que terminó con su vida el 1 de enero del 2020.

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Que Stern haya cambiado de opinión no quiere decir que lo haya hecho la NBA, aunque es muy interesante conocer la opinión del comisionado Adam Silver, quien a principios del 2019 se mostró muy abierto para hacer un serio análisis de los pro y contra de la legalización. “No tenemos problemas con lo que hacen los jugadores fuera de temporada, porque en algunos estados la marihuana es legal y no queremos decir lo que deben hacer. Pero sí creo que tenemos un problema si los jugadores fuman durante la temporada. Es un deporte y uno de los motivos por el que tenemos esta regla porque hubo una época no hace mucho tiempo en la que un grupo de jugadores, del sindicato, creía que se estaba consumiendo demasiado… Sabemos que algunos lo usan como un sedante y no como un mejorador de rendimiento. Lo toman para calmarse y de vez en cuando… Con eso no hay un gran problema. El tema es que hay otra cantidad de jugadores que consume mucha marihuana. Ellos me hablan de ansiedad y los entiendo. Como entiendo las propiedades medicinales ya comprobadas. Pero, a la vez, nosotros queremos que los jugadores estén en gran forma física y fumar, por ejemplo, no hace bien a los pulmones. Sé que no es cool que la liga siga haciendo test de marihuana, pero es un tema complicado. Porque si algún día cambiamos la política estaremos dando un mensaje fuerte a los jóvenes porque, al final del día, lo que más queremos es enseñarles a nuestros jóvenes a cómo usar estas sustancias apropiadamente, con responsabilidad, para que (las drogas) no tomen el control de sus vidas”, reflexionó.

En los últimos meses, la MLS y la NFL lo debatieron y llegaron a la conclusión que era necesario cambiar la normativa. Lo mismo decidió el Big 3, la liga de básquet 3 x 3 que avanza en popularidad, que autorizó a que los jugadores usen el compuesto CBD. Un avance más en un país donde, para marzo de 2020, 11 de los 50 estados permiten el consumo total de la droga (recreacional y medicinal), con distintos matices (gramos de portación, cultivos, entre otros tópicos): son Alaska, California, Maine, Colorado, Nevada, Massachusetts, Oregon, Columbia, Vermont y Washington. Y, en total, son 33 los que ya aprueban el uso medicinal. Para el gobierno federal sigue siendo ilegal (posesión, compra y venta). Pero sólo por ahora. Con el apoyo de casi 65% de la población estadounidense, que en distintas encuestas se promulga en ese porcentaje a favor de la legalización, el Comité Judicial de la Cámara de Representantes dio luz verde para tratar el proyecto de ley que podría despenalizar el consumo a nivel nacional. Dependerá de la Cámara Baja (dominan los demócratas, impulsores de la ley) y luego del Senado (hay más republicanos, la mayoría en contra de la legalización), pero está claro que el mundo cannabis está creciendo exponencialmente. En Estados Unidos ya hay dos escuelas especializadas y, una de ellas, la Cleveland School of Cannabis, va por su tercera camada de egresados. En julio de este año serán 150 los que se reciban y salgan a trabajar en esta creciente industria legal que, en 2020, se calcula que moverá 47.000 millones de dólares y empleará a 350.000 personas.

Entre las empresas que se encargan de la producción y venta hay tres que pertenecen a ex jugadores de la NBA. Cuttino Mobley, escolta que jugara 11 temporadas, fue el pionero. Tras el retiro, en 2011 encontró en la industria del cannabis una manera de ganarse la vida, creando dos empresas de venta, en Rhode Island y Maine. Pocos meses después, al ver el éxito de su colega, le tocó a Al Harrington, quien fundó Viola, en honor a su abuela, que usaba productos para tratar la diabetes y un glaucoma, empresas que arrancó comercializando distintos productos para el uso medicinal y recreativo. “No producimos drogas, producimos medicina. Verdadera medicina”, aclaró. Le fue tan bien que se expandió: en 2018 creó Harrington Wellness –produce oleos y cremas de cannabis- y en 2019, Butter Baby –fabrica productos comestibles de cannabis-. Tan bien le fue que hoy es dueño de un holding llamado Harrington Group, con sucursales en varias ciudades.

Harrington y Mobley no son los únicos. Cliff Robinson, un talentoso y versátil alero que jugara 18 temporadas en la NBA (promedió 14 puntos entre 1989 y 2007 y ganó el premio al Mejor Sexto Hombre), nunca ocultó su interés por la marihuana, incluso en una época donde estaba muy mal vista. Fue dos veces suspendido por doping pero siempre aclaró que la consumía para calmar ansiedades y dolores en su cuerpo. Fue en 2017 cuando lanzó su propia marca cannábica llamada Uncle Cliff, justamente el apodo estigmatizante que le puso Peter Vecsey, periodista del diario New York Times, por sus problemas con la marihuana. Hoy el ex jugador vende legalmente cigarrillos armados en tubitos que llevan el logo y las iniciales UC. “Fue fanático de la planta por mucho tiempo, así que decidí saltar al espacio del cannabis porque sé que los productos funcionan y creo que el emprendimiento social va de la mano con mi defensa de la reforma”, dice quien asegura nunca haber fumado antes de los partidos pero sí en las horas posteriores “para bajar la adrenalina, tensiones y ansiedad” que genera el deporte de alto rendimiento. Cliff cuenta que, cuando intentó con otras medicinas, le afectaban el estómago, cosa que la marihuana no. “¿Por qué no hay una alternativa a esos productos farmacéuticos que nos venden como mágicos en los comerciales en la TV pese a que tienen 20 efectos secundarios? Nunca entendí esa percepción negativa que siempre tuvo la marihuana, siendo tan positiva para la salud. A mí me trataban mal hasta los hinchas de Portland (NdeR: fue jugador muy valioso de los Blazers entre 1989 y 1997)… Quizás eso me motivó a meterme en esta industria, para ayudar a terminar con ese estigma, sobre todo a esa idea de que los atletas y el cannabis son incompatibles. Consumida responsablemente siempre será una ayuda y no un obstáculo para el deportista de alto rendimiento”, aseguró.

¿Qué hará la NBA? El avance imparable del cannabis la pone, como nunca, en una disyuntiva gigante y, por decisión de otras competencias, se ha quedado sola, en la vereda de enfrente. Un nuevo capítulo de una película donde quizá ya no haya buenos y malos como antes, quizá sea hora que la mejor liga del planeta se aggiorne y empiece a dejar atrás una historia de sospechas e hipocresía.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.