© Isidro Marín Gutiérrez

SU VIDA

François Rabelais (La Deviniére en Turaine 1494- París 1553) era hijo de Antonie Rabelais, que era conocido por cultivar cáñamo a gran escala en sus propiedades de Cinais, al sudoeste de Chinon (Francia). De acuerdo con algunos investigadores, su padre era un boticario, de acuerdo con otros era un tabernero o un administrador de una posada. Otros investigadores piensan que Antoine Rabelais, señor de Lerné, era un próspero abogado de Chinon. El joven François fue cuando tuvo el primer contacto con la planta ya que ayudaba a su padre en la plantación. Fue escritor, alquimista, monje benedictino y médico además se atrevió a desafiar la prohibición del cannabis.

Ingresó a los 17 años en la orden franciscana del convento de Puy-Saint-Martin, en Fontenay-le-Comte donde se dedicó al estudio del griego y recibió la orden sacerdotal (permaneció allí 15 años). Quiso cambiar a una orden monacal más acorde con el Renacimiento (los franciscanos le confiscaron sus libros en griego). Por mediación, el Obispo Geoffroy d’Estissac aseguró su perdón por parte del Papa Clemente VII, se le autorizó a entrar en la abadía Benedictina de Maillezais en 1525. En 1530, a la edad de 36 años, comienza sus estudios en la facultad de medicina de Montpellier, obteniendo el título de Bachiller en la materia en un año y donde ejerció como profesor de anatomía en Lyons y médico jefe en el hospital Pont-du-Rhône. Lyon era una ciudad donde Calvino había sembrado su doctrina, ciudad tolerante, capital intelectual de Francia, y en esta etapa Rabelais toma contacto con la obra de Erasmo. En esta ciudad también estuvo bien involucrado con la sociedad secreta de Dolet y Marot, y fue padre de un niño que murió joven. En Lyon publicó los Aforismos de Hipócrates y el primer libro de su novela Pantagruel (1532). En 1534 el Cardenal du Bellay lo llevó a Roma como su médico, y en 1536 obtuvo de manos del Papa Pablo III un indulto que lo absolvió de sus infracciones contra la disciplina de conventual y que le permitió practicar la medicina. En 1537 recibió el título de Doctor en Medicina de Montpellier. Otra vez en Francia publicó su segundo libro de Gargantua (1535). Obtuvo dispensas de sus votos monásticos y durante diez años (1536-1546) se dedicó al ejercicio de la medicina y dio clases de Hipócrates y Galeno. En 1540 se trasladó a París. En 1541 estuvo trabajando como médico de cabecera del gobernador Guilliaume du Bellay. Francisco I, que leyó los dos primeros libros, quedó tan complacido que concedió a Rabelais el permiso para la publicación del Libro tercero Pantagruel, que vio la luz en 1546. En 1547 murió Francisco I y de inmediato se produjo una reacción en contra de la libertad de expresión. Su Pantagruel fue condenado por la Universidad de la Sorbona (ya que se sintió aludida y difamada en sus páginas) y tuvo que huir a Metz; tras su regreso a Lyon publicó el cuarto libro de Pantagruel (1548-1552). Tras una nueva estancia en Roma obtuvo una prebenda eclesiástica y pasó sus últimos años en París. En 1562 aparecieron los 16 primeros capítulos del quinto libro, que en su versión completa no aparece hasta 1654.

SU MOMENTO

Contemporáneo de Vesalio, Paracelso y Miguel Servet, fue un verdadero renacentista: fraile, médico, profesor y escritor en constante búsqueda de nuevas experiencias, perseguido siempre por las instancias oficiales. Rabelais está familiarizado con las escrituras de alquimistas, con Avicena o con los templarios (a los que llama “los buenos caballeros templarios”, lo que denota que estaba a favor de su causa y sus “costumbres”). Había aprendido el griego gracias a un indulto (una exención especial, ya que aprender griego sin autorización estaba prohibido) del papa Clemente VII. Más tarde le sería denegada su petición de leer libros en griego. Rabelais es sin duda un crítico de la naturaleza humana, a través de la exageración de sus características. A los ojos modernos dirían que mucho de su lenguaje es escatológico, lleno de inmundicias, secreciones y referencias explícitas a los órganos sexuales, condimentadas siempre con un explosivo sentido del humor. Por otra parte, algunas de sus enumeraciones y escenas parecieran repetidas en el siglo XX por el realismo mágico. El tema del gigantismo, como veremos, no ha sido explotado solamente por su vena cómica. Simboliza el ideal humano del Renacimiento: es la transposición física del inmenso apetito intelectual del hombre renacentista. Rabelais intenta así, a través de sus textos, conciliar cultura humanística erudita y tradición popular.

SU OBRA

En las ferias de Lyon de noviembre de 1532, según suponen los especialistas, apareció un libro que marcaría definitivamente la historia de la narrativa francesa y universal. En Gargantúa y Pantagruel el humor se mezcla con la sátira social, la política y la sabiduría pedagógica. Su obra Gargantua y Pantagruel (un texto publicado bajo el seudónimo de Alcofribas Nasier) parece ser meramente un cuento cómico y obsceno de las aventuras de un gigante noble y su hijo. Pero una lectura más profunda revela una parodia contundente de la Iglesia y del Estado y también cierta información esotérica. En su prólogo, Rabelais daba información a sus lectores sobre el conocimiento prohibido que rebelaba en sus textos. Siguiendo el ejemplo del perro, el lector tendrá que ser sabio olfateando, tener una lectura meticulosa y cuidadosa para llegar al hueso y chupar la médula. Sus palabras son:

“Por eso hay que abrir el libro y pesar cuidadosamente lo que del mismo se deduce. Entonces sabréis que la droga que guarda en su interior tiene un valor muy distinto del que prometía la caja; es decir, que las materias de que aquí se trata no son tan jocosas como sugería el título. Y en el supuesto de que, en su sentido literal, hallaréis materias festivas a tono con el título, no debéis, sin embargo, deteneros en ello, como quien está oyendo el canto de las sirenas, sino que hay que interpretar en el más alto sentido lo que está dicho de modo aparentemente casual y regocijante.

¿Reparasteis alguna vez en un perro que encuentra un hueso con tuétano? Como dice Platón (Libro II De la República), el perro es el animal más filósofo del mundo. Si lo habéis visto, habréis podido observar con qué devoción lo mira, con qué cuidado lo considera, con qué fervor lo coge, con qué prudencia empieza a succionarlo, con qué afecto lo parte, con qué diligencia lo lame.

Según este ejemplo, os conviene ser mesurados para gustar, sentir y estimar estos bellos libros, graciosos por fuera, ligeros en la persecución y osados en el encuentro; luego, leyendo con curiosidad y meditando frecuentemente, quebrad el hueso y chupad la sustanciosa medula, es decir, lo que yo entiendo por esos símbolos pitagóricos, con la esperanza cierta de llegar a ser esforzados y prudentes bajo el influjo de la lectura, porque en ésta hallaréis otro sabor y una doctrina más honda, que os revelará sublimes sacramentos y misterios horrendos, tanto en lo que atañe a nuestra religión como en lo referente al estado político y a la vida económica”.

Hoy día, las aventuras de estos personajes no son fácilmente digeribles por el lector moderno, pero las críticas que vierten sobre la universidad, el clero, los jueces y otros estamentos son perfectamente comprensibles y válidas en la actualidad, lo que demuestra la inmutabilidad de dichas instituciones y el genio de Rabelais al describirlas. Gargantua es una obra en donde se tuerce el vocabulario, se acumulan las expresiones, se utilizan sin moderación los dichos y las coplas sacadas de la sabiduría popular.

En ese texto se narran el nacimiento, la educación y las aventuras de Gargantúa, para terminar con la fundación de Theleme, cuyos habitantes constituyen una sociedad ideal. El origen de Theleme se debe al deseo del príncipe Gargantúa de recompensar a “los vencedores gargantuescos”, que lo ayudaron en la guerra estrictamente defensiva que su padre emprendió contra el agresor colérico Picrocolo. En este caso específico se trata de premiar al monje Juan de los Entoumeures, quien, harto (como el propio Rabelais) de las imposiciones arbitrarias de la vida monástica, tiene la ocurrencia de experimentar con una contra-abadía. Gargantúa quiso recompensarlo haciéndolo abad de Seuillé, pero Juan no quería cargo ni gobierno de monje. Este monje funda Theleme. La abadía de Theleme se ubica en un lugar semiimaginario que forma parte del reino de Gargantúa llamado precisamente Utopía, aunque corresponde con exactitud al “jardín de Francia”, la región de Turena donde nació Rabelais. El monje también quería que en la nueva abadía se instituyera una religión que fuera lo contrario de las demás. Entre las características más relevantes de Theleme destacan las siguientes: estará en un espacio abierto; no habrá relojes, tampoco campanas; entrarán las mujeres más bonitas, “bien formadas y de buen natural”; los hombres y mujeres podrán convivir; y podrán salir cuando les plazca. Además, en Theleme no habrá, como en todos los conventos, votos de castidad, pobreza y obediencia, sino se hará lo contrario, es decir, todos podrán casarse, ser ricos y vivir en libertad. Se dará la posibilidad de enamorarse de algún compañero o compañera y ya juntos podrán regresar a la vida civil.

También se detalla la construcción y dotación de la abadía. En ella todo es bello; tiene una biblioteca en muchas lenguas y está adornada con pinturas de las proezas de los hombres y descripciones de los tesoros de la naturaleza. Posee igualmente 93.132 habitaciones muy confortables y agradablemente amuebladas. Luego sigue la descripción del interior de la abadía, con fuentes, esculturas, parques y jardines de recreo, espacios para deportes. Las habitaciones de las damas están dotadas con salas, recámaras y gabinetes, adornados según las estaciones. La vestimenta de los habitantes de Theleme es suntuosa, con joyas y perfumes. Para que los vestidos de damas y caballeros armonizaran, ellas elegían los atuendos y colores de cada día, porque allí todo se hacía “según el arbitrio de las damas”.

En el capítulo “Cómo reglamentaban los thelemitas su modo de vida” se dice que su única regla era: “Haz lo que quieras”. Su vida se regía “no por leyes, estatutos o reglas, sino según su voluntad y franco arbitrio. Se levantaban de la cama cuando les parecía, bebían, comían, trabajaban, dormían cuando querían, nadie los despertaba, nadie los forzaba a beber, ni a comer ni a hacer cualquier cosa”. Sin embargo, en Theleme nunca hay conflictos, porque todos y cada uno siempre complacen a su prójimo, y por la libertad de que disfrutan entran “en loable emulación de hacer todos lo que a uno solo pensaban le iba a gustar. Si alguno o alguna decía: ‘beban’, todos bebían: si decía ‘juguemos’, todos jugaban, si decía ‘vamos a pasear al campo’, todos iban”. El heredero del trono y futuro rey de Utopía no será educado como los thelemitas.

En resumen, en Theleme se estimulan el arte, la creatividad, el humanismo, los placeres de los sentidos. Por otra parte, su abad, el monje Juan, nunca hace acto de presencia en su abadía, pues viaja con sus amigos a la gran aventura en la que se irá perfilando el pantagruelismo. El pantagruelismo consiste más o menos en que los hombres sepan vivir en compañía de sus semejantes, siempre de buen humor, disfrutando de los legítimos placeres del mundo, sobre todo la buena comida, y en atreverse a decidir por sí mismos qué hacer con la propia vida.

Gargantúa tuvo un hijo llamado Pantagruel, rey de los dipsodas, un gran bebedor. Pantagruel, además de encontrar la piedra filosofal, atravesar los montes del Caspio y casarse con la hija del Preste Juan de las Indias, combatió contra los diablos e hizo quemar cinco cámaras del infierno, rompiéndole cuatro dientes a Lucifer. La educación del gigante, primero a cargo de los escolásticos (que denomina “sofistas”) y luego confiada a un preceptor humanista. El joven Gargantua no sólo debe aprender con su preceptor humanista a organizar el tiempo de estudio sino a ordenar los ritmos regulares del sueño, de las comidas y del ejercicio físico. También se le impartirán normas de higiene y de alimentación.

RELACIÓN CON EL CANNABIS

Rabelais menciona al cannabis en Tiers Livre (1546). También explica en Gargantua et pantagruel las virtudes de las hierba denominada Pantagruelión (un término para evitar la persecución de la Iglesia). Describe cómo es la planta (dando a entender que existen diferentes variedades de la planta) y las aplicaciones caseras de la pulpa y la fibra. Le dedica en esta obra tres capítulos a Pantagruelión:

“Por el poder de esta hierba, las sustancias invisibles se dejan ver, tocar y como aprisionar. Con su fuerza y empuje, las grandes y pesadas muelas giran ágilmente para insigne provecho de la vida humana. Y me asombro de que el invento de este uso haya quedado por tantos siglos oculto a los antiguos filósofos, vista la utilidad inapreciable que procura, visto el trabajo intolerable que sin ella soportan en sus molinos. Gracias a ella, por la retención de las corrientes aéreas, las grandes naves pueden zarpar de los muelles y ser llevados al arbitrio de sus gobernantes. Gracias a ella, las naciones, que la Naturaleza parecía conservar escondidas, vienen a nosotros y nosotros a ellas”.

Y continúa diciendo el mismo Rabelais que los dioses olímpicos contestaron:

“Pantagruel nos ha creado una preocupación nueva y molesta, más de lo que hicieron los Alóides, con el uso y virtud de su hierba. Pronto estará casado y tendrá hijos. Contra este destino nada podremos hacer, porque ha pasado por las manos y husos de las hermanas fatales, hijas de Necesidad. Es posible que sus hijos inventen una hierba de parecida energía, mediante la cual los humanos podrán visitar las fuentes de las heladas, los almacenes de las lluvias y las fábricas de los rayos, podrán invadir las regiones de la Kuna, entrar en el territorio de los signos celestes y habitarlos unos en el Águila de oro, otros en el Carnero, otros en la Corona, otros en el Harpa, otros en el León de Plata, sentarse a la mesa con nosotros, y tomar a nuestras diosas por mujeres, que son los únicos modos de llegar a dioses”.

El libro contiene referencias ocultas y directas al cannabis (Rabelais indicó una conexión entre el cáñamo y el matrimonio espiritual) y otras cosas ocultas y esotéricas que prohibió la Iglesia Católica Romana. Rabelais fue obligado a esconderse de la Iglesia y de las autoridades civiles (como la Universidad). El papado y los gobiernos políticos se encolerizaron por su obra Gargantua et Pantagruel que se burlaba de la Iglesia y del Estado. También desarrolla una parodia del mito del Grial. En su obra usa parábolas que describe las propiedades y usos de la fibra de cáñamo, así como detalles acerca de los ritos de la iniciación en sociedades secretas que utilizaban el cannabis. A veces se refiere al cannabis como un fríjol o un guisante. El fríjol es la planta que permitió subir al lugar donde viven los gigantes (en un cuento medieval de origen europeo). Rabelais admite que la hierba buena, Pantagruel, es el cannabis. Los capítulos más interesantes son del 49 al 52, estos capítulos fueron censurados por la Iglesia (incluso muchas traducciones modernas del Pantagruel todavía están omitidas). Finalmente Rabelais desapareció de la vida pública después de la impresión de sus libros, era ya un hombre viejo. El impacto de sus escrituras se ha sentido durante siglos después (Frazier, 1991:52).

Sobre la misma época también Nostradamus atribuyó su poder de profecía a una sustancia que tomaba que podría ser el cannabis. Además de sus escrituras proféticas, Notradamus también escribió recetas herbarias, cosméticas, culinarias y perfumes. Pero esto será otra nueva historia.

Bibliografía

Rabelais, F. (1978) Gargantúa y Pantagruel. Bruguera. Barcelona

Frazier, J. (1991) The Great American Hemp Industry. Ed. Solar Age Press. Peterstown, West Virginia

Marín Gutiérrez, I. (2003) Historia conocida o desconocida del cannabis. Megamultimedia. Málaga.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.