El Observatorio Español del Cannabis Medicinal organiza un congreso de expertos para abrir el debate de la regulación del cannabis con fines terapéuticos.

Abre la cajita de plástico blanco a rosca, saca el cogollo picado y lo introduce en una cánula de vidrio. Cuando el calentador portatil alcanza el nivel cuatro de calor, introduce por un orificio el tubo transparente y entonces aspira profundamente el vapor de la marihuana. Sentada en el salón de su piso de Collado Villalba (Madrid), Mercedes de la Mata, completa así hasta cuatro inhalaciones seguidas de la variedad ‘sátiva lavender’. Es la marihuana que ha mejorado su calidad de vida mermada por el dolor crónico de una cirugía de espalda fallida que además le quitó el apetito, le robó el sueño y le sumió en una depresión.

Una vez a la semana, “en horarios tontos, como primera hora de la tarde, para no llamar la atención de la Policía”, De la Mata, de 45 años, conduce hasta una asociación cannábica en el municipio de Las Rozas. Allí compra la hierba milenaria a la que recurren cada vez más enfermos de cáncer, con dolor crónico y epilepsia para paliar los efectos de sus enfermedades y otros asociados a tratamientos agresivos. “Desde que yo la tomo, hace año y medio, he reducido el consumo de morfina, me han retirado los antiflamatorios y de los dos antidepresivos que tomaba solo tomo uno”.

Hace ahora un año, pacientes que se tratan con cannabis y científicos españoles a la vanguardia en investigaciones sobre las propiedades de los cannabinoides fundaron el Observatorio Español del Cannabis Medicinal. Esta asociación organiza este martes en Madrid su presentación oficial con un congreso de expertos a través del que aspiran a reabrir el debate de la regulación de la marihuana con fines terapéuticos en España

Desde que yo la tomo, he reducido el consumo de morfina, me han retirado los antiflamatorios, y de los dos antidepresivos que tomaba solo tomo uno La presidenta del observatorio del cannabis medicinal, Carola Pérez, lo es también de la asociación Dos Emociones, que desde hace dos años asesora a enfermos sobre las propiedades y aplicaciones terapéuticas del cannabis. Pérez —conocedora en primera persona de los efectos de la planta cuando se tiene dolor crónico neuropático— calcula que la red de gabinetes nacionales sobre cannabis medicinal “atiende a unos 2.000 pacientes”, pero puntualiza que no son los únicos que la consumen con fines terapéuticos. “Luego están los que se automedican, que pueden ser decenas de miles en todo el país”, asegura. El deseo de la presidenta del observatorio es que su congreso “sirva para informar a pacientes y a médicos y para convencer a las instituciones de que conviene dar un empujón a la investigación clínica y a la regulación de la marihuana con fines terapéuticos”.

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El modelo de regulación al que aspiran es el que permita “el autocultivo” y cree “un sistema de licencias para cultivos controlados que garanticen la seguridad del producto para ser distribuido en dispensarios terapéuticos bajo control oficial.

El Observatorio del Cannabis Medicinal se ha traído a Madrid a la mayor eminencia mundial en estudios cannábicos, el israelí Raphael Mechoulam. Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid, Mechoulam identificó hace 25 años los dos componentes activos más importantes del cannabis: el THC, conocido por sus cualidades psicotrópicas, y el CBD, carente de psicoactividad. Mechoulam fue también quien descubrió que existe en el organismo un sistema endocannábico que produce un compuesto orgánico, la anandamida, que imita los efectos del cannabis, lo que abrió la puerta a decenas de investigaciones mundiales sobre las propiedades terapéuticas de la marihuna, aunque principalmente hasta la fecha solo en animales de laboratorio.

En España la marihuana es una droga ilegal. Su consumo y tenencia están sancionados en la vía pública y su cultivo con fines distintos al autoconsumo está penado. En los últimos años el mundo vive un cambio de paradigma respecto a esta planta y a sus propiedades. Países con políticas antidrogas extremadamente duras como EE UU tienen hasta 24 estados en los que se ha aprobado su consumo para uso medicinal. En Canadá ya se receta a los primeros pacientes. En Uruguay hay planes de hacerlo pronto. Israel trata con marihuana las crisis postraumáticas.

“Aquí vamos demasiado lentos”. Lo dice el biólogo español Manuel Guzmán, que lleva 25 años investigando las propiedades terapéuticas del cannabis y es miembro fundador del Observatorio Español del Cannabis Medicinal. A su juicio, existen “varios tapones” que impiden avanzar en la experimentación con compuestos cannábicos en pacientes. “Falta empuje y apertura de mente para que se puedan hacer estudios clínicos a largo plazo que demuestren los efectos de la planta“, expone, para añadir que “mientras tanto sería deseable desde ya permitir que los pacientes tengan información estandarizada del cannabis y que puedan tener acceso al mismo sin esconderse y con una supervisión médica para optimizar la eficacia terapéutica”, reivindica.

Hay madres que dan aceite de marihuana en gotas a sus hijos para limitar sus convulsiones epilépticas Para este investigador, “el cannabis no es la panacea”, pero sí se ha demostrado “que posee propiedades terapéuticas para el tratamiento sintomático de algunas enfermedades“. Los vaporizadores o los aceites cannábicos, administrados en gotas debajo de la lengua, alivian síntomas desagradables de los tratamientos tumorales, frenan convulsiones epilépticas, potencian el sueño y mejoran el apetito, entre otras funcionalidades, destaca Guzmán. Además, en ratones de laboratorio se ha descubierto que estas moléculas podrían tener propiedades antitumorales. Por eso es que reclaman financiación y apoyo institucional para impulsar la investigación a nivel clínico.

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Mientras tanto, en España hay decenas de madres que dan aceite de marihuana en gotas a sus hijos para limitar sus convulsiones epilépticas, pacientes de Khron o con dolor neuropático, cáncer o esclerosis, en los que se ha demostrado efectivo el cannabis para su salud pero que viven escondiéndose porque se arriesgan a que les quiten la custodia de sus hijos o pierdan el trabajo. Y los científicos andan a su vez lamentando la pérdida de información de todas estas experiencias.

En el salón de su casa de Collado Villaba (Madrid), Mercedes de la Mata explica que antes de vaporizar cannabis ni con morfina conseguía calmar unos dolores que describe “como descargas eléctricas” que le hacían saltar de la cama. Por eso, ella no se explica cómo todavía no se están dando pasos claros en la investigación médica de la marihuana. De la Mata cree que la Sanidad Pública ahorraría dinero en medicamentos “más dañinos y adictivos” como la morfina. Sobre la marihuana ella solo tiene buenas palabras: “A mí me ha regalado la capacidad de vivir relajada y me permite ver lo bonitos que son los colores de la vida”.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.