Para los que trabajamos en el campo de la reducción de riesgos y daños (RdR) asociados al uso de drogas hay un concepto que, al defenderlo, suele generar bastante discusión. Es el concepto de consumo responsable de drogas.

por Claudio Vidal y Núria Calzada, Energy Control

Es uno de los conceptos más polémicos de la reducción de riesgos y daños asociados al uso de drogas. Si bien es cierto que la propia “reducción de riesgos y daños” adolece de una connotación negativa ya en su propio nombre al hacer referencia exclusiva a la parte negativa de los consumos, también lo es que la mejor manera de lograr esa reducción es a través de un uso responsable de las drogas.

Sin duda, se trata de un concepto interesante para quienes pensamos que frente a una “lucha contra las drogas” debe imponerse un “convivir con las drogas” que no significa derrota sino reconocimiento de que el consumo de drogas es una realidad que nos acompaña y acompañará como seres humanos. Pero, además, frente a la pasividad que implica la idea de la inevitabilidad de los daños de las drogas, a la que luego volveremos, el concepto de consumo responsable apela a la responsabilidad individual, lo cual siempre es una llamada a la acción y evita colocar la “responsabilidad” o la falta de ella a elementos externos (“es que la coca es muy golosa”).

En realidad, estamos hablando de un concepto ampliamente aceptado y empleado en otros ámbitos aunque, cierto es también, en el ámbito de las drogas aún no contemos con una “definición oficial” del mismo. Posiblemente donde se tenga más aceptado es en el ámbito del consumo de alcohol y para algunos comportamientos de riesgo (por ejemplo, la “conducción responsable”). Aunque el concepto de “consumo responsable de alcohol” haya sido criticado duramente, entre otras cosas, por la apropiación que de él ha hecho la industria de las bebidas alcohólicas, entre las personas consumidoras existe la certeza de que es posible realizar un uso responsable. De hecho, sabemos por diferentes estudios que las personas usuarias de drogas, cuando consumen, lo hacen de tal manera que intentan maximizar los placeres y, a la vez, reducir los riesgos (e.g., Dalgarno y Shewan, 2005; Hunt et al., 2007, 2009; Southgate y Hopwood, 2001). En otras palabras, la persona busca conseguir lo que desea a un precio, no sólo monetario, lo más bajo posible.

Sin embargo, una de las principales críticas al concepto de consumo responsable de drogas es que, sencillamente, es imposible cuando no una incoherencia: el uso de drogas ya es, en sí misma, una irresponsabilidad por lo que no cabe hablar de un uso responsable. La consideración del consumo de drogas como irresponsabilidad es un juicio basado en la creencia de que el consumo de drogas acarreará inevitables problemas y, por tanto, es algo que no debe hacerse ya que, en el fondo, “la droga es mala”. Sin duda, es un producto del excesivo celo mostrado por muchos en exagerar, cuando no inventar, los aspectos negativos de las drogas y que, a la postre, ha generado una visión distorsionada, tanto de las drogas como de los daños. Quizá sea esta visión distorsionada la que lleve a otorgar un importante peso a la “adicción” como el daño grave principal, obviando que existen otros daños igual o más importantes. Al final, siguiendo esta lógica y volviendo a lo que nos ocupa, el consumo responsable de drogas no es posible porque “las drogas enganchan y escapan al control de la persona”. Sea como fuere, quienes critican con estos argumentos el concepto de consumo responsable no han considerado que existen muchas maneras de relacionarse con las drogas, que van desde las más seguras a las más destructivas, y que muchas personas pueden hacer y hacen un uso responsable.

Si tuviéramos que dar una definición de consumo responsable aplicada a los usos de drogas está podría ser: aquella forma de consumir drogas que implica poner los medios necesarios para lograr los efectos deseados con el menor coste posible, tanto para la propia persona como para su entorno. Evidentemente, para que haya un consumo responsable, dos cosas son imprescindibles: que se quiera hacer este tipo de consumo y, por supuesto, que se sepa hacerlo. Veamos estos dos aspectos con más detalle.

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Querer consumir de manera responsable

Es evidente, aunque los haya que se empeñan en negarlo, que toda persona que consume drogas sabe, más o menos, que ello entraña un cierto riesgo del que protegerse. Sin embargo, como todo en la vida, hay gradientes de protección y unas personas se protegen más que otras. Esto tiene que ver con las actitudes de prudencia que se aprenden y que nos ayudan a afrontar situaciones que, potencialmente, nos pueden causar un daño. Para un consumo responsable, la actitud de prudencia se traduce en un “me cuido” ya que, aunque algunos piensen lo contrario, consumir drogas no significa despreocuparse por la salud.

Y muy relacionado con lo anterior se encuentra una acepción del concepto de responsabilidad que tiene que ver con el “hacerse cargo” de las consecuencias y de la adopción de medidas para evitarlas o minimizar su impacto. No vale, en este sentido, echar balones fuera y culpar a terceras personas (“me insistió”), elementos externos (“la situación invitaba”) o a debilidades propias (“no me pude resistir”). Cada uno es responsable de sus conductas y de las consecuencias de las mismas.

Pero, por encima de todo, hay dos elementos de suma importancia para querer hacer un uso responsable y son que éste ha de ser visto como importante y la persona tiene que verse capaz de hacerlo. Si uno de los dos elementos falla, es posible que el uso responsable no se lleve a término. Un uso prudente o responsable no tiene por qué estar reñido con el placer y, por tanto, se puede compartir la motivación de buscarlo a la vez que se reducen los riesgos. Si la persona no está atenta a ello y no lo resuelve, se dan circunstancias como que, por ejemplo, se evite usar filtros adecuados para los porros por la creencia de que los filtros también filtran los cannabinoides y se reduce el placer. Y un uso responsable que fuera difícil de implementar carecería de sentido. Por ello, muchas de las estrategias de uso responsable (aka de reducción de riesgos) han de ser lo más asequibles (no sólo en términos monetarios) posible.

Saber consumir de manera responsable

La guerra contra las drogas no se ha caracterizado solamente por la persecución de las personas usuarias o la lucha descarnada contra el narcotráfico, también se ha caracterizado por una ocultación deliberada de la información necesaria para realizar un uso responsable de las drogas. Bajo la excusa de no querer enviar un “mensaje equivocado”, la información objetiva y, sobre todo, útil para personas usuarias de drogas ha sido vetada en la más que discutible “educación sobre drogas”. Esto ha conducido a que las personas usuarias hayan tenido que construir su propio know how en relación a los consumos. En este know how se incluiría tanto el conocimiento sobre los placeres, los riesgos y, como no podía ser de otra manera, las prácticas de consumo que maximizan lo primero y minimizan lo segundo.

Aunque en muchas ocasiones estas prácticas son correctas, en ocasiones no son útiles (no se consigue nada) y/o son incorrectas (pueden generar más u otros daños). Un clásico ejemplo son los “trucos” para aguantar mejor el alcohol o para no dar positivo en un control de alcoholemia. No sólo no sirven (se dará positivo de todas formas) sino que además favorecen que las personas se expongan a mayores riesgos (al beber más y/o conducir). Por tanto, la promoción de un consumo responsable pasa inevitablemente por corregir estas prácticas, ofreciendo información objetiva sobre sus resultados en términos de placeres y riesgos, así como alternativas a las mismas que produzcan resultados más satisfactorios. Afortunadamente, en la actualidad contamos con esta información y, por ejemplo, en las páginas web de Energy Control y Ai Laket! cualquier persona puede informarse de cómo hacer un uso responsable (aka de menor riesgo) con prácticas o hábitos fáciles de implementar, que no necesariamente tienen por qué interferir con los placeres y que, sobre todo, son efectivas.

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En este sentido es de obligada referencia, para terminar, los fundamentos para un uso responsable de sustancias psicoactivas de Fire & Earth (2009) y que son los siguientes:

  1. Investigar los riesgos y peligros para la salud de la sustancia psicoactiva en concreto y de la clase de drogas a la que pertenece.
  2. Aprender sobre interacciones y contraindicaciones con otras sustancias recreativas, medicamentos, suplementos y actividades.
  3. Revisar la salud propia, predisposiciones que se tengan y los antecedentes familiares.
  4. Ser consciente de las leyes y sanciones que se le pueden aplicar a uno/a.
  5. Elegir cuidadosamente el producto y la persona que lo suministre para asegurar una correcta identificación y pureza (intentar evitar los materiales de procedencia y calidad desconocida).
  6. Informarse de los efectos de la sustancia en la conducción de vehículos, el manejo de maquinaria o en la capacidad de atención a tareas necesarias.
  7. Estar “fuera de servicio” con respecto a obligaciones a las que podría interferir (trabajo, cuidado de los niños, etc.) y acordar con alguien para que esté “de guardia”.
  8. Anticipar riesgos razonablemente previsibles para uno/a mismo/a y para otras personas, y poner los medios para reducirlos.
  9. Escoger el lugar y ocasión apropiados.
  10. Decidir cuánto tomar y medir cuidadosamente las dosis.
  11. Comenzar con una dosis baja hasta que se sepan las reacciones individuales que produce. A partir de ahí, usar la mínima dosis necesaria para lograr los efectos deseados: las dosis bajas son las más seguras.
  12. Reflexionar y ajustar el consumo para minimizar los problemas físicos y de salud mental.
  13. Estar pendiente de cambios en la salud a lo largo del tiempo que puedan estar relacionados con el consumo.
  14. Modificar el consumo si interfiere con el trabajo o los objetivos personales.
  15. Preguntar a amigos y familiares, y aceptar su feedback sobre nuestro consumo.
  16. Monitorizar las reacciones a drogas y dosis concretas para evitar repetir errores.
  17. Buscar tratamiento si es necesario.
  18. Decidir no consumir si no es el momento adecuado, el material es sospechoso o, de lo contrario, la situación es problemática.

En definitiva, el uso responsable de drogas es algo que se hace y que puede irse perfeccionando con la experiencia y la educación. Las drogas nos han acompañado durante años y lo seguirán haciendo. Por esa razón, y para aprender a convivir, tenemos que buscar la mejor manera de relacionarnos con ellas.

 

REFERENCIAS

Dalgarno, P., & Shewan, D. (2005). Reducing the risks of drug use: The case for set and setting.Addiction Research & Theory,13(3), 259-265.

Fire and Earth Erowid (2009). Fundamentals of responsable psychoactive use. Erowid Extracts, 16, 21.

Hunt, G. P., Evans, K., & Kares, F. (2007). Drug use and meanings of risk and pleasure.Journal of youth studies,10(1), 73-96.

Hunt, G., Evans, K., Moloney, M., & Bailey, N. (2009). Combining different substances in the dance scene: enhancing pleasure, managing risk and timing effects.Journal of drug issues,39(3), 495-522.

Southgate, E., & Hopwood, M. (2001). The role of folk pharmacology and lay experts in harm reduction: Sydney gay drug using networks.International Journal of Drug Policy,12(4), 321-335.

 

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.