Los clubes privados para consumidores de marihuana aspiran a que se regule y legalice su actividad, que se debate entre el uso terapéutico y lúdico de la droga.

Más de 28.000 vascos fuman diariamente algún porro y la cifra de los que consumen, al menos, una vez a la semana se dispara a los 45.000. Con estas cifras, que solo se circunscriben a Euskadi, no es de extrañar que el cannabis sea la droga ilegal más consumida en Europa. A pesar de que su uso se remonta a miles de años atrás, la planta del cannabis se sigue desenvolviendo entre el bien y el mal, entre sus efectos medicinales y sus efectos como una droga pura y dura.

En Estados Unidos, algunos estados han aprobado el uso del cannabis con uso terapéutico y en algún caso incluso para uso lúdico. Una realidad muy lejana de lo que ocurre en España y reflejada en el limbo legal en el que se hallan los clubes privados que gestionan plantaciones colectivas de cannabis para producir la marihuana y el hachís que consumirán sus socios. En el País Vasco, una de las comunidades autónomas más prolíficas en este tipo de asociaciones, existen alrededor de 50 clubes que agrupan a 10.000 personas, que son quienes sufragan las plantaciones a través de las cuotas. Hay dos tipos de socios: los terapeúticos (que consumen la droga por razones de salud) y los lúdicos.

Se trata de asociaciones registradas en el Gobierno vasco y que tienen sus licencias en regla, pero no escapan a las incautaciones de plantas que cultivan para el consumo de sus socios. Iker Val, presidente de la Federación de Asociaciones de Usuarios de cannabis de Euskadi (Eusfac), asegura que el consumo se trata de un derecho que no está reñido con la salud. “Las políticas prohibicionistas se han demostrado un fracaso. El consumo aumenta y, sobre todo y lo que resulta más preocupante, entre los jóvenes. El efecto puede resultar devastador”. Val insiste en que los clubes de consumidores aspiran a una regulación que les ofrezca seguridad jurídica. “Nosotros estamos intentando reformar y regular esta actividad, alejando a los jóvenes y adolescentes, y mientras los traficantes hacen lo que quieren y captan a los más jóvenes, con el peligro que ello conlleva”.

En cuanto a la vertiente de la salud, Val apunta que los clubes realizan programas de reducción de daños. “El Parlamento vasco podría regular desde una perspectiva de la salud los programas de reducción de riesgos que realizan los clubes sociales, que están enfocados a proteger la salud pública y la salud individual de una serie de consumidores. Estamos aportando soluciones desde la sociedad civil”.

De momento, la insistencia de estos clubes ha conseguido que el Parlamento vasco se haga eco del fenómeno. Por la ponencia de trabajo que ha creado han pasado numerosos expertos, incluido Iker Val y el anterior presidente de Eusfac, Martín Barriuso. El presidente de esta ponencia es Carmelo Barrio (PP), quien, sin género de duda, responde tajante: “el cannabis es una droga. Es posible que en algún caso puede tener efectos terapéuticos o medicinales, pero es una droga”. Barrio reconoce que los clubes de consumidores de cannabis es una realidad consolidada en Euskadi y por eso resulta conveniente que se analice su situación. “La clave reside en que la Unión Europea legisle algo para todos los países. Europa debe pronunciarse y marcarnos las líneas de juego. En Euskadi no hay competencias para regular este tipo de clubes. Lo único que podemos hacer es expresar nuestra opinión como Parlamento después de escuchar a expertos y autoridades”.

Líneas rojas

En este sentido, los diferentes profesionales de la salud que han pasado por el foro han coincidido en que existen algunos colectivos a los que hay que preservar del consumo del cannabis por los efectos tan perjudiciales que pueden tener en ellos: los menores, jóvenes y enfermos con algún tipo de problema psiquiátrico. Esa es la línea roja que no se debe traspasar, según los profesionales médicos. Para éstos, cada vez existen más evidencias científicas de que fumar porros puede tener graves consecuencias para la salud. La psiquiatra Ana Gonzalez-Pinto, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital de Álava, es una de las expertas que ha pasado por la ponencia, alertando de que el riesgo de psicosis entre los consumidores de cannabis es el doble que en la población general: Un 4% frente a un 2%.

Según González-Pinto,  han crecido de una forma notable las consultas de psiquiatría de pacientes, jóvenes en su mayoría, afectados por enfermedades graves como consecuencia de su adicción a la marihuana. Dos de cada tres pacientes psiquiátricos que son ingresados en un hospital por psicosis son consumidores de cannabis. La mayoría de los ingresos corresponden a chavales con una media de edad de 23 años, que consumen cannabis todos los días.

“No se dan cuenta del grave riesgo al que se enfrentan”, apuntala Celina Pereda, doctora de profesión y exdirectora de Drogodependencias del Gobierno vasco en la anterior legislatura. “Lo que pasa con el cannabis es que se ha confundido a la gente joven con una propaganda de que se trata de una planta, que tiene poderes curativos, que relaja….El uso terapéutico o médico se circunscribe a los hospitales y prescrito por un médico. Y punto. El cannabis es una droga y muy peligrosa para los jóvenes. Se ha banalizado su consumo con el argumento de que es una droga blanda, pero nada de eso. Hay que alejar a los niños y los jóvenes de su consumo porque de lo contrario se puede dar un auténtico drama”.

Los médicos explican que el cerebro del ser humano se va desarrollando a lo largo de la infancia y la adolescencia hasta los 24 o 25 años. La introducción de sustancia psicoactivas durante ese periodo de formación, generalmente a partir de los 14 años, que suele ser la edad de inicio al consumo de cannabis o incluso antes, tiene un efecto sobre los neurotransmisores y como consecuencia sobre la memoria, el rendimiento y las capacidades cognitivas.

Y mientras se dilucida el debate, los clubes de consumidores se mueven en una zona de penumbra. Sus usuarios se afanan en buscar resquicios legales para sacar adelante su actividad. Según Celina Pereda, “está claro que estas asociaciones tienen que contar con un número de socios que les permita conocerse y que resulte manejable.  En esas condiciones, ayudan a  prevenir el narcotráfico, las mafias y todo lo que se mueve alrededor de las sustancias ilegales. Es importante que quede claro en qué lugares se cultiva, que no se permita consumir a los menores de edad y que se recalquen los riesgos para la salud. Así, son perfectamente viables”. Pero, ¿dónde acaba la reivindicación y comienza una cierta promoción de la sustancia? El cannabis sigue dando caladas entre el bien y el mal.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.