Cruzamos el charco de la mano de © Isidro Marín Gutiérrez para adentrarnos en la América Precolombina. Una cultura sorprendente y unas tradiciones con una conexión divina muy potente.

La variedad aparente de las drogas precolombinas refleja en gran medida la secuencia de las migraciones que fueron poblando el continente americano y la evolución de la antropología cultural en aquellos grupos, pues los indígenas americanos proceden del continente asiático.

Su proceso migratorio parece ser que se inició a través del Estrecho de Bering hace unos 30.000 años y concluyó hacia 5.000 a. C. A pesar de la diversidad de los hábitats que hay en América, los pueblos que se diseminan desde el estrecho de Bering (Alaska) a la Tierra del Fuego (Argentina) son los mismos.

Las medicinas precolombinas nos advierten de la creencia común en el origen sobrenatural de las enfermedades, sin ninguna relación con causas materiales o experiencias racionales. En las culturas americanas originarias, el concepto mágico de la enfermedad se expresa en ideas sencillas, pero a medida que avanza el tiempo, como sucede en el área andina y la mesoamericana, el origen de la enfermedad se va rodeando de una imaginería complicada siempre sobrenatural, que maravilló a los primeros cronistas españoles. Por eso el problema fue tratado con sutileza por los primeros misioneros españoles que hicieron el relato de la conquista espiritual de América. De su historia durante la Antigüedad nos queda poco; sólo podemos contar con la visión de las culturas de América Central y las andinas, ya que sólo allí llegaron a formarse estructuras centralizadas. Los habitantes de América del Norte no crearon ningún Estado en la era precolombina, y lo mismo ocurre en las cuencas del Amazonas, el Orinoco y el Paraná que fueron grupos nómadas de recolectores y cazadores.

 

Las características principales del continente americano son que tiene una riqueza incomparable de flora psicoactiva y que el consumo de estas sustancias se encuentra aparejada con cultos religiosos, tanto al nivel de grandes civilizaciones como de pequeñas comunidades aisladas.Podemos pensar que el chamanismo eurasiático, vinculado a la amanita muscaria, halló nuevas variedades de sustancias para utilizar. Además estas culturas reconocen casi el 80% de las plantas psicoactivas mientras que en el siglo XV en Europa apenas se tenían conocimientos botánicos.

 

Las culturas de América Central.

La olmeca fue una sociedad del período preclásico mesoamericano, que ocupó una amplia extensión del territorio de Mesoamérica. Fue la primera gran civilización conocida de América y se desarrolló desde el 1250 a.C. hasta el 500 a.C. Su religión desarrolló todos los temas importantes encontrados en los cultos posteriores. Tenían una religión politeísta, gran número de dioses relacionados con la agricultura y otros elementos como el sol, el agua, los volcanes, etc. El centro de su religión es el culto al jaguar, que aparece representado profusamente en la iconografía olmeca.

En Izapa aparecen por primera vez piedras-hongo que tienen una altura de treinta centímetros, que seguirán produciéndose durante más de quince siglos. Estas estatuas tienen principalmente un significado religioso que se refuerza viendo las figuras que aparecen de animales y de figuras humanas. Las piedras-hongo adoptan una variedad de formas, todas relacionadas con la forma básica de una seta, a la que se añade una variedad de figuras antropomorfas o zoomorfas, principalmente alrededor del píleo.

 En el Museo Nacional de Arqueología y Etnología de Guatemala encontramos un Hongo zoomorfo del período preclásico (1800 a.C.-250 d.C.). Esta escultura de basalto, encontrada en Kaminaljuyú en el valle de Guatemala, pertenece a las llamadas «piedras-hongo». Muestra a un perro en posición sedente que presenta una expresión placentera y amigable, esculpido en redondo en el «tallo» del hongo, sentado sobre una plataforma rectangular. La cubierta del hongo presenta una línea que la rodea. Las piedras-hongo son muy comunes en el altiplano y en la costa del Pacífico durante los períodos preclásico y clásico. Se desconoce el propósito real para el cual fueron esculpidas, aunque se han propuesto varias ideas. La hipótesis más popular es que estaban conectadas con ritos y ceremonias en las que se consumían hongos alucinógenos como vehículo para entrar en contacto con los dioses. Esta idea está apoyada por el hecho de que algunas ilustraciones de los códices mayas muestran a una deidad o el representante de una deidad sosteniendo un hongo. Se han encontrado piedras-hongo en tumbas, lo cual sugiere que tenían alguna conexión con los individuos de estatus alto.

 

También existen piedras-hongo con figuras de pájaros mitológicos tallados en la base de su tallo. Podemos también observar un pájaro que se sienta directamente sobre una plataforma rectangular. Aunque el cuerpo con alas y las patas pertenecen a un pájaro, la cabeza mira directamente hacia arriba y sus gestos son una combinación de detalles de ave junto con elementos de alguna otra criatura. La parte superior de su cola redondeada se curva hacia atrás y su ojo es muy grande y redondo. La cabeza parece ser demasiado grande para su cuerpo, probablemente para enfatizar la fuerza de su poder sobrenatural. Se desconoce el por qué de su forma.

Estas piedras-hongo nos dan idea de que se utilizaban hongos psilocibios (una veintena de especies existen en la zona). También cabe constatar la presencia de nueve piedras-hongo en la tumba de un noble maya. Hacia el siglo I hay que fechar una cerámica explícita, con piezas como la de Colima (México), donde alrededor de un ejemplar de Psilocybe mexicana muy bien tallado danzan cuatro celebrantes.

De ellos sí poseemos información fidedigna en numerosos cronistas españoles, que se centran básicamente sobre una trepadora, una cactácea (peyote o Lophophora williamsii) y hongos psilocibios.

Los hongos psilocibios eran llamados teonanácati, y sobre la naturaleza de su uso entre los nativos habla elocuentemente el hecho de que los eclesiásticos considerasen «idolatría» su mera ingestión. El teonanácatl recibe otro nombre que es “niñito de agua”, debido a su tamaño pequeño y a que brotan en los campos después de las lluvias. Su ingestión produce alucinaciones, tales como la aparición de hombrecitos que resuelven los problemas. Estas efigies con la cabeza semiesférica y expresión de éxtasis en la cara, encontradas en el sur de México, en las tierras altas de Guatemala y en El Salvador, representarían a aquellos míticos “niñitos de agua”. Se conservan varias ilustraciones de teonanácatl en códices poco posteriores a la conquista, cuyo principal valor es mostrar la diferencia entre la visión indígena y la europea de un mismo tema. En el primer códice el dibujo está hecho por un nativo y representa con escrupulosa precisión un brote de hongos que están siendo consumidos por un individuo, a cuya derecha hay un ser fantástico con garras de felino, cuerpo humano y cabeza de gárgola, probable imagen de Mictlantecuhtli, un dios del mundo subterráneo. La ilustración hecha en Europa poco después, conociendo la ilustración original, convierte al ser con cabeza de gárgola en una especie de cuervo con patas de mono que flota sobre unos hongos apenas reconocibles como tales, y omite al individuo que los ingiere. La representación más antigua, previa a la llegada de los europeos, aparece en el Códice Vindobonensis y muestra al propio Quetzalcóatl empuñando varios hongos en su mano izquierda.

También destaca una escultura de Xochipilli (dios de las flores, la música y los placeres mundanos) encontrada en las cercanías del volcán Popocatéped. El cuerpo y la peana aparecen cubiertos por varios fármacos claramente identificables: la flor del tabaco, el zarcillo de ololiuhqui o maravilla, el botón de siniquiche y estilizados hongos del grupo Psilorybe aztecorum. Este tipo de hongo sólo crece en las faldas del Popocatéped.

 

Las principales sustancias visionarias

Fray Toribio de Benavente Motolinía (1482-1569) en su obra Historia de los indios de la Nueva España, más precisamente en su tercera parte que describe la idiosincrasia de lo nativos así como la geografía, flora, fauna y las principales ciudades de la Nueva España; y Fray Bernardino de Sahagún (1500-1590) en su obra Historia general de las cosas de Nueva España, coinciden en considerar que el teonanácatl se vincula directamente con Lucifer. Una opinión más sobria y no posterior proviene de Francisco Hernández (1514-1587), que fue médico de Felipe II y visitó en 1551 Nueva España para estudiar las especies botánicas medicinales que utilizaban los indígenas. En su Historia general de las cosas en la Nueva España, Sahagún describe: “Hay una planta que llaman coatl xoxouhqui [serpiente verde]. Da un grano que lleva el nombre de ololiuqui [cosa redonda]. Embriaga y vuelve loco… Es medicinal.”… “En México las semillas de bado (Turbina corymbosa) y badoh negro (Ipomea violacea), se conocen genéricamente como semillas de ololiuqui, semillas maravilla o semillas del manto de María”. Menciona la producción de “visiones” de ciertas plantas:

«Otros hongos no causan la muerte sino la locura, que en muchas ocasiones es permanente… Producen visiones de todo tipo, tales como guerras e imágenes de demonios. Hay otros que son muy apreciados por los príncipes en sus fiestas y banquetes. Se procuran en vigilias imponentes y terribles que duran toda la noche».También Francisco Hernández comenta que «Antiguamente, cuando los sacerdotes querían comunicarse con sus dioses y recibir un mensaje, comían esta planta para provocar el delirio. Se les aparecían miles de visiones y figuraciones satánicas».

Una droga ceremonial destacada fueron las semillas de dos trepadoras (Ololiuhqui y Badoh) de las que la segunda es muy común actualmente en Europa, tanto silvestre como cultivada, y se «identifica por sus campánulas violetas o rojas». Con la ayuda de ellas, dice Sahagún, «los nativos comulgan con el Diablo».

Las Rivea son plantas trepadoras de la misma familia de las ipomeas. Estas grandes enredaderas poseen hermosas flores de color blanco y con forma de campana. Sus semillas, llamadas “semillas de la virgen”fueron originalmente utilizadas por diferentes tribus asentadas en los alrededores de Oaxaca (chinatecos, mixtecas, mazatecos, zapotecas). Según las palabras del prestigioso investigador G. Wasson: “en casi todos los pueblos de Oaxaca uno encuentra que las semillas, aún hoy en día, son utilizadas por los nativos como una ayuda en la resolución de problemas”. En México las tomaban en diversos rituales con fines adivinatorios, para diagnosticar una enfermedad y para encontrar a alguien o algo perdido. En las ceremonias se pensaba que una víctima que estaba dispuesta a ser sacrificada era de más valor que la que no estaba dispuesta, entonces el sacramento era usado para crear una atmósfera más receptiva. Hoy en día, para los grupos mazatecas, cuando estas semillas son preparadas correctamente proporcionan a la curandera la información acerca de la enfermedad que tiene el paciente.

El Badoh es llamado Borrachero, Matacabra (Ipomoea carnea). Las plantas llamadas bado (Turbina corymbosa) y bado negro (Ipomea violacea), son originarias del sureste mexicano y es uno de los principales alucinógenos sagrados de chinatecos, mixtecas, mazatecos, zapotecas y otros grupos indígenas de Oaxaca. Actualmente el ritual realizado con semillas de ololiuqui incorpora muchos elementos cristianos. De hecho los nombres de semillas de la virgen o semillas del manto de María, muestran un sincretismo de lo cristiano con lo pagano e indican claramente que ambas especies se consideran como regalos divinos. Francisco Hernández demuestra una vez más su buena información al indicar que «quien bebe el líquido debe recluirse en su habitación […] y nadie deberá entrar durante el trance adivinatorio».

Un tercer enteógeno de amplia difusión fue el peyote, nombre que reciben los botones carnosos de Lophophora williamsii (también llamado Anhalonium lewinii) un vegetal cactáceo. Sirviéndose de una extraña cifra, Fray Bernardino de Sahagún (1499-1590) explica en su obra “Anales de Cuauhtitlán” que los toltecas y chichimecas usaban el peyote «por lo menos 1890 años antes de nuestra llegada». Opiniones muy parecidas aparecen en el cronista Juan de Cárdenas, que escribió en 1591 su “Problemas y secretos maravillosos de las Indias”, y en el jesuita Andrés Pérez de Rivas en 1645 en su obra “Historia de los triumphos de nuestra santa Fe entre gentes las más bárbaras y fieras del Nuevo Orbe: conseguidos por los soldados de la milicia de la Compañía de Jesús en las misiones de Nueva España”. El más antiguo dato arqueológico de que disponemos es una pipa en cerámica con forma de venado (animal totémico de la planta en toda la región), que tiene entre los dientes un botón de peyote y se ha fechado hacia el siglo IV a. C. Sahagún hace una descripción parecida a la del teonanácatl, vinculando la droga a «rituales paganos y supersticiones». En otra parte de su Historia llega a considerar la planta como «satánica superchería», aunque no ponga en duda su capacidad para alterar la conciencia, y refiera algunas opiniones de sus usuarios nativos:

«Quienes lo comen o beben ven visiones espantosas e hilarantes. Dura esta borrachera dos o tres días y después se quita; es común manjar de los chichimecas, pues les mantiene y da ánimos para pelear y no tener miedo».

Francisco Hernández cuenta que «se atribuyen maravillosas propiedades a esta raíz, si puede darse alguna fe a lo comúnmente mentado al respecto». Afirma que la planta parece crear poderes adivinatorios. Todas las plantas comentadas anteriormente contienen alcaloides visionarios.Los principios activos de las diversas especies de teonanácatl son la psilocina y la psilocibina. La psilocina es un alcaloide derivado de la psilocibina y encontrado en la mayor parte de las “setas mágicas”. Tiene propiedades alucinógenas. La Psilocibina es un alcaloide psicodélico de la familia de las triptaminas. Se halla presente en muchas especies de hongos, especialmente los del género Psilocybe, como el Psilocybe cubensis y Psilocybe semilanceata, pero también en otras especies. Tiene efectos psicodélicos parecidos a los de un viaje de LSD, pero más cortos. El químico suizo Albert Hofmann, junto con el técnico de laboratorio Hans Tscherter aisló por primera vez en los laboratorios Sandoz la psilocina y la psilocibina a partir de hongos alucinógenos en 1959.

Junto a dichos fármacos conviene precisar que cuando llegaron los conquistadores se utilizaba bastante en esta zona la datura estramonio o toloache. La palabra toloache viene de toloatzin que en lengua náhuatl significa “cabeza inclinada”. El toloache es una datura de origen americano que se ha utilizado bastante desde antes de la llegada de los españoles al continente. En América los mexicas lo llamaban tolohuaxíhuitl y tlápatl. No sólo se empleaba para provocar alucinaciones visuales, también tenía usos medicinales, en especial para aliviar dolores y reducir hinchazones. Francisco Hernández también menciona en un escrito sus valores medicinales, aunque advierte que el uso excesivo puede volver locos a los pacientes, provocando “varias y vanas imaginaciones”. Su empleo como vehículo de trance solía reservarse al chamán o sacerdote, dados los riesgos. Pero en algunos lugares intervienen hoy dentro de ceremonias de tipo orgiástico, donde sirven para que las mujeres dancen frenéticamente durante largos períodos de tiempo. También se combinan con pulque u otras bebidas alcohólicas.

El pulque es una bebida alcohólica que se fabrica a partir del jugo fermentado del maguey, especialmente el conocido como maguey pulquero (Agave salmiana). Es una bebida tradicional nativa de Mesoamérica; se obtiene de la fermentación de los jugos concentrados en corazón de la planta (el aguamiel), antes de que salga la flor del maguey (quiote).Esta se ahueca en el centro y el jugo que sale se retira diariamente, por un lapso cercano a dos meses; cuando es fermentado (normalmente por levaduras salvajes, aunque industrialmente se emplea la levadura de cerveza, Saccharomyces cerevisiae) este jugo está inmediatamente listo para ser bebido. Durante la época precolombina, el pulque se usaba en ceremonias por los sacerdotes, para poder tener una mejor concepción de los mensajes que enviaban los Dioses, usado principalmente en la región del altiplano mexicano. En tiempos de los Mexicas el pulque se llamaba ixtac octli (“el licor blanco”). El abuso del pulque (octli, su nombre antiguo) era severamente prohibido. La embriaguez que causaba era considerada “causa de toda discordia y disensión, como una tempestad infernal, que trae consigo todos los males”: sólo podían emborracharse los enfermos y los viejos, cabe sospechar que tales normas fueron transgredidas a menudo. Se le recomendaba a mujeres cercanas al parto y lactantes.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.